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Mi quiosquero se llama Felipe
Un hombre compra un billete de la Grossa de Sant Jordi en un quiosco de Barcelona. /
ACN / JÚLIA PÉREZ
Me sumo al entrañable y sensible artículo de Núria Iceta ‘Pilar, la quiosquera’, donde nos pide que busquemos referentes, pues está cerrando más de un quiosco.
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Yo puedo dar testimonio de un quiosquero muy especial. Se llama Felipe, pertenece a la segunda generación de propietarios del mismo quiosco, que está ubicado en la plaza del Setge de 1714, en Poble Sec, y donde mis padres, en vida, ya compraban. Es un punto de reunión coloquial en un ambiente fraterno donde, además de comprar periódicos y revistas, conocemos las relevantes noticias del día y la particular opinión, por su cultura, del quiosquero, y además participamos en la tertulia del Barça.
Pero no todo es bucólico para él, pues ha aguantado, y aguanta, levantarse todos los días de noche, soportando las inclemencias del tiempo y estar a la intemperie, con solo tres días festivos al año y sin tiempo para sus asuntos personales y familiares. Todo esto ha hecho estragos en sus huesos y articulaciones, con la consiguiente dificultad para seguir al pie del cañón. Cuando este año la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, propuso el premio Medalla de Oro al Mérito del Trabajo, me hizo pensar en Felipe, que, aunque sea una persona anónima, por su abnegada y singular trayectoria creo que también lo merece.