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La privatización (y deshumanización) de las ambulancias

Varias ambulancias y dos coches de bomberos.

Varias ambulancias y dos coches de bomberos. / TWITTER SAMER PC LAS ROZAS / EFE / LAVANDEIRA JR

Sonará tópico, pero hay trabajos que, o te hacen más duro o te hacen insufrible el día a día. Hoy en día no hay que irse a la otra punta del mundo para sentir la mirada, ese sentimiento atroz que es contemplar el sufrimiento prolongado de otro ser humano. Y es que hay momentos en los que somos especialmente vulnerables, momentos y sectores de la población. Hablo de ancianos, hablo de enfermos, de esas tragedias en las que esa vida previsiblemente larga se llena de interrogantes.

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Pensaran ustedes, pues, que hablo de las urgencias. Para nada, hablo de los traslados en ambulancias no urgentes. Como trabajador, hablo de que te obliguen a llevar a un paciente con tuberculosis junto con otro oncológico e inmunodeprimido. Y repito 'obliguen' porque aún no hay forma de alegar unos ciertos principios. Hablo de empresas a las que les da igual que el paciente empeore por un traslado de más de dos horas o de una ambulancia sin calefacción en pleno invierno; absolutamente detestable. Hablo de que se cuantifique el dolor y las esperas, y que la deshumanización sea la tónica regente de un servicio público. Algo que además es fundamental. ¿Qué hace sino ese abuelillo sin hijos, sin mujer, sin pensión apenas porque se dedicó al campo o qué se yo y apenas cotizó? ¿Qué hace un enfermo de diálisis que esté en un proceso degenerativo de la enfermedad? 

Visto que es necesario en un estado de bienestar trasladar a esos pacientes con cirugías complicadas, con cáncer, trasplantados o en cuidados paliativos, ¿no deberían los gestores de nuestros impuestos ser mínimamente garantes con las empresas adjudicatarias de estos concursos? Llevo casi diez años trabajando en ello y puedo afirmar dos cosas con absoluta rotundidad. La primera, que en todo este tiempo nunca he visto un inspector en ningún hospital ni clínica de la comunidad de Madrid. En segundo lugar, que a diario todos los compañeros cometemos más de cinco infracciones graves que, directamente, perjudican la seguridad del paciente, fruto de unas presiones enormes.

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