Un precedente para la pensión de viudedad

Querida María Ángeles (permíteme que me dirija a ti de esta forma), de entrada quiero felicitarte por conseguir lo que a muchas mujeres se nos niega, que es la pensión de viudedad, y también felicitar al juez Joan Agustí Maragall por habértela concedido.

Tú y yo tenemos bastantes cosas en común. Por desgracia, nuestras respectivas parejas fallecieron en el 2015, la tuya en un maldito avión de Germanwings y la mía de leucemia en una cama del Hospital Clínic. No teníamos hijos, pero llevábamos juntos desde el 2002. Nos hicimos pareja de hecho, pero parece que esto no significa nada, pues cometimos el gran pecado de no hacerlo dos años antes de que él se fuera.

Es una ley del Gobierno central que no entiendo mucho, puesto que ¿qué más da si firmas un papel o no para demostrar una convivencia? Yo lo puedo demostrar, pero no fue suficiente para la jueza que llevó mi caso. Voy a recurrir, porque creo que la sentencia no es justa.

Me gustaría conocer al lumbreras al que se le ocurrió esta ley. ¿Se aburría? ¿Se levantó esa mañana pensando a quién iba a fastidiar? Tengo la impresión de que somos muchas personas que nos encontramos en esta situación, sobre todo mujeres.

No pedimos ni la Luna ni nada del otro mundo, solo lo que nos corresponde, pues no creo que seamos personas de segunda clase, ya que hemos amado igual o más que cualquier pareja con papeles o casada por la Iglesia.

No sé cómo va acabar todo esto, pero tú has abierto una puerta para que las demás luchemos por nuestros derechos. Cuesta mucho seguir adelante sin la persona a quien has querido tanto.

Rogaría, suplicaría, a la clase dirigente que no nos lo pongan más difícil aún.