¿Y por qué no dimiten los actuales líderes políticos?

El pasado 26 de junio de 2016, los españoles y españolas eran convocados y convocadas a las urnas, tras el fracaso constatado en la undécima legislatura, la más breve de la historia. Lo más trágico es que seguimos con un Gobierno en funciones desde hace 219 días, y que la situación de bloqueo continúa. Cada vez suena con más fuerza la posibilidad de tener que celebrar unas terceras elecciones, algo que no ha sucedido en ningún país democrático hasta la fecha. Ni tan sólo Bélgica, que estuvo 541 días sin formar Gobierno, es decir, un año y medio de parálisis.

Más allá de las consecuencias que puede conllevar, ciertamente preocupa la etapa en la que nos encontramos: ausencia de diálogo entre las distintas fuerzas políticas, incapacidad de llegar a acuerdos (aunque sea un programa de mínimos), contradicciones entre los órganos ejecutivos de los partidos, etcétera.

Es agotador escuchar a los distintos parlamentarios decir que "hay que hacer todo lo posible para evitar terceras elecciones". Sin embargo, parece que no les preocupa demasiado los más de 500 millones de euros de gasto que supone celebrar nuevos comicios, y que si tanto les angustia la opinión pública, que está notablemente agotada de esta situación, no lleguen a consensos.

Ayer mismo se publicó que Pedro Sánchez (PSOE) había cambiado su estado de WhatsApp, y que había escrito: "¿Y por qué no?" (Una noticia, por cierto, que constata que los medios tienden cada vez más a “salvamenizar”). Recurriendo a esta frase, pregunto: ¿Y por qué no? ¿Y por qué no dimiten los actuales líderes del PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos -y si es pertinente, también del resto de partidos presentes en el Congreso- dada su incapacidad de ceder y pactar? Ya que están generando tanto malestar, ¿no sería oportuno que se fueran? Probablemente, con nuevos equipos en las distintas formaciones tendríamos acuerdo. Y que el ala dura de cada uno de los partidos no interrumpa tanto, no es su momento. Se puede dar una opinión, evidentemente, pero presionar excesivamente no.

Repiten con mucha frecuencia que actuarán "por el bien de España", pues quizá lo más honesto sea hacer un gesto como una dimisión para que el país se ponga en marcha.

Desde Bélgica nos transmiten que hay vida sin Gobierno (en su caso, a pesar de estar un año y medio sin ejecutivo, su economía creció más del 2% y el paro bajó substancialmente, todo y que subieron los tipos de interés de la deuda pública, que se encaramaron a niveles altamente preocupantes), y en cambio el PP plantea que sin Gobierno entraremos en un período muy complicado (tan difícil no será cuando aún no se han movido para lograr apoyos y así poder gobernar).

Existe otra vía, y no es muy recomendable: un “Monti” a la española, un Gobierno de tecnócratas. Ya tras el 20D, dado que solo PSOE y Ciudadanos habían pactado, existieron reuniones entre las llamadas fuerzas constitucionalistas para tener un presidente independiente, como Josep Piqué, Josep Borrell, Javier Solana o Joaquín Almunia, entre otros. Un presidente que no votó nadie, que ni siquiera figuraba en las listas, sería difícil de entender en democracia. Es algo que tiene que ser muy excepcional, como último recurso.

Así pues, ¿y por qué no se apuesta por nuevas caras, por nuevos equipos más preparados y dispuestos a llegar a acuerdos? De paso, se lograría la regeneración que tanto exigen muchos de ellos. Y es que la figura de los líderes, les guste a ellos o no, se está desgastando.

Por el trabajo que no se angustien, lo más probable es que tengan puertas giratorias preparadas.