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De plazas de toros y anfiteatros romanos

Enrique Ponce

Enrique Ponce / EFE / Salvador Sas

8 votos a favor : “El tribunal anula el artículo 1 de la ley catalana que prohibe las corridas porque invade la competencia del Estado en materia de cultura”.

El anfiteatro romano formaba parte de la cultura romana en el siglo I. La similitud de una plaza de toros y un anfiteatro romano es obvia, físicamente por su forma redonda, funcional por qué los dos emplazamientos ofrecían y ofrecen una diversión al pueblo, la crueldad de esa diversión sigue en el marco de semblanza de las dos construcciones.

En una al principio luchaban gladiadores  entre ellos y con animales variados. Más tarde, muchas personas fueron devoradas por leones y demás animales salvajes. Durante más de 500 años se celebraron espectáculos sangrientos en los anfiteatros. En el  404 después de Cristo  fue  documentada la última pelea de gladiadores pero los sacrificios de animales duraron hasta el 523. El pueblo de aquel siglo I, se divertía viendo el sufrimiento y la muerte.

En la plaza de toros, el pueblo de nuestro siglo XXI sigue divirtiéndose siendo testigo del sufrimiento de un animal que siente  dolor y que lucha por sobrevivir.

Han pasado 20 siglos y todavía hoy hay personas que se satisfacen  viendo como un ser vivo sufre desangrándose por las heridas que le causa un caballero vestido de luces, queriendo demostrar el gran hombre valiente que es. Me pregunto si estas personas que gritan y viven esa tortura sangrienta como una diversión aplaudida y ovacionada tienen perros en sus casas, gatos o animales que cuidan  y que quieren.  Porqué si es así, no entiendo cómo pueden querer a unos y desear que otros (por haber nacido  grandes  y  bravos, o yo que sé porqué) sucumban ante ellos hasta la muerte.

Defensores de las corridas de toros, sepan  que ningún animal se merece sufrir y morir para el divertimiento de una cultura popular. Cuando hablan de libertad se olvidan de la primera de las libertades, del derecho a la vida y del derecho a no ser torturados.  Las cosas cuando no están bien no lo están y han de cambiarse.

Y ustedes señores del “arte torero” cojan un pincel, o un trozo de fango o de bronce o de yeso  o de lo que quieran  y plasmen su arte sin hacer daño a nadie, porque a los toros también les corre la sangre por sus venas, necesitan del aire para respirar y si se clavan una espina  por el camino, también les duele. 

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