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"Mi padre y el cáncer"

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amargets33498197 dominical 708 seccion trueba160411130921 / LEONARD BEARD

Esta carta no será ni la primera ni la única que va dedicada a un padre, ni tampoco la primera ni la última que habla sobre cáncer.

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Todo empezó 2 días antes de jubilarse, 6 días antes de irnos a Estambul de vacaciones... Me acordaré perfectamente, iba en moto y mi madre no paraba de llamarme, y yo, como casi siempre, pensaba: "Si no se lo cojo a la primera, ¿por qué me sigue llamando?". Como no paraba de llamar, me detuve y descolgué: "A papá le han diagnosticado cáncer y no es bueno". 

¿Ganas de llorar? Pocas. ¿Ganas de pegar patadas? Muchas, a todo.

¿Cómo puede ser, que, después de trabajar durante 40 años, y a 2 días de tu libertad, de tu jubilación, que no te ha costado poco; te dicen que tiene un cáncer casi incurable? Pues a mi padre lo mataron. No literalmente. No, aún aguantó algunos días más. Pero le mataron el alma.

En ese momento aún tienes alguna esperanza, tienen que operarlo, y piensas: "Bueno, si lo tienen que operar, algo podrán hacer". Pero ya sabemos cómo es esto, y sí, es como una lotería. A lo mejor te ha tocado el cáncer no tan agresivo, pero es que mi padre tenía un cáncer indiferenciado de colon. ¿Y qué significa? Pues que no tienen ni idea de como tratarlo o atacarlo. Al final, la operación fue abrir y cerrar, no podían hacer nada, nos dijeron. Y a partir de ese instante, mi padre se dejo llevar. ¿Radio? Pues radio. ¿Quimio? Pues quimio. ¿Otro tratamiento? Pues otro. Pero sin ánimos, sin ningún convencimiento, solo dejándose llevar por un deje de esperanza que quiero creer que le quedaba, y por nosotras, o eso me gusta pensar.

¿Pero qué hay que pensar cuando ves a una de las personas que más quieres arrastrarse por la vida? ¿Cuando ves que no lucha ni un poco? Yo sentí rabia, y si eso me hace egoísta, pues que así sea. Sentí rabia porque no luchaba, y sentí rabia porque la enfermedad le había atacado a él. Sentí rabia porque para mí, cada alternativa que nos daban había que probarla, pero para él no había nada.

De la rabia pasé a la pena. Pena de ver que una persona tan activa como él no podía ni moverse. Que su cuerpo era como un espectro. Que había perdido kilos y kilos y que solo era huesos envueltos de piel. Que casi no se aguantaba de pie. ¿Qué tienes que sentir cuando a media noche oyes que se ha caído y tienes que ir a levantar a tu padre del suelo? A tu padre... Ese gran referente, al que tanto quieres y admiras. Esa persona con la que has compartido tantos momentos buenos y malos, tristes y divertidos y que siempre que ha podido, te ha acompañado. La verdad es que, durante este tiempo, y aunque a lo mejor no sea bonito, porque no deja de ser tu familia, lo que más ganas tienes es de que descanse. Que descanse significa que quieres que muera. Por eso digo que no es bonito. Desear que un familiar tuyo, cuando lo quieres, muera, es inverosímil. Pero el sufrimiento que desprende su cuerpo, la mirada apagada, el no tener ganas de vivir, eso te hace desear que esa persona muera para que al final pueda descansar. Eso, a lo mejor, es lo más duro de vivir la enfermedad. Quieres a tu padre y desearías que estuviera contigo hasta una edad lógica para morir, pero quieres que se vaya, porque si algo no deseas, es que él viva así.

El final ya lo sabemos, en mi caso fue un 19 de marzo, el Día del Padre. Y lo triste no es que se muera, lo triste es saber que vas a volver a casa y él ya no estará, que no le podrás contar que por fin tienes el trabajo que tanto te gusta, que no va a poder conocer a tus nietos o que ya no vendrá a verte jugar. Lo peor es su ausencia. 

T'estimo.

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