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La otra crisis: Terror y cobardía

Homenaje silencioso de los ciudadanos en la Rambla. SERGIO LAINZ

Homenaje silencioso de los ciudadanos en la Rambla. SERGIO LAINZ / SERGIO LAINZ

La indignación  surgen de nuestro interior, casi sin pensarlo, cuando contemplamos los cuerpos inertes tendidos por las calles de Barcelona. El corazón se nos rompe del todo al ver niños entre las víctimas mortales. ¿Cómo es posible que alguien sea capaz de arrollar de forma indiscriminada a todo aquel que se le ponga por delante?

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La mayoría de los transeúntes de La Rambla, ante semejante atropello, reaccionó de forma instintiva y corrió a refugiarse donde buenamente pudo. Tanto es así que el terrorista pudo bajar de la furgoneta y huir sin problemas aprovechando la confusión. ¿Es que vamos a reprochar a alguno de los presentes que no plantara cara al terrorista o que no siguiera sus pasos para informar a la policía? Pues claro que no. 

Solo cabe rezar por las víctimas y por sus familias, y esperar que se haga justicia, no la que nuestra pasión dictaría, sino la que rige en nuestro estado de derecho. El ojo por ojo no puede ser nuestra norma de conducta, pues supone iniciar un camino de odio sin fin. El meter a todos en el mismo saco; afirmar que todo musulmán es un terrorista en potencia; es injusto y cruel.

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