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"No nos queda otra que romper las reglas"

Clase en la facultad de Formación del Profesorado de la Universitat de Barcelona, en el Campus Mundet.

Clase en la facultad de Formación del Profesorado de la Universitat de Barcelona, en el Campus Mundet. / DANNY CAMINAL

La sociedad nos ha inculcado desde bien pequeños la búsqueda de la vida perfecta: estudiar para tener un buen trabajo, hacer deporte para ser competitivos y perfectos (mental y físicamente), relacionarnos con la gente adecuada para crecer en un entorno sano y sin problemas derivados de las drogas y el alcohol, encontrar la pareja perfecta, guapa, inteligente y que nos quiera, casarnos por la iglesia para demostrar al mundo el más fiel y sincero amor que nos procesamos, pagar como un buen samaritano la hipoteca de una casa con jardín para que puedan jugar el perro y los hijos que criaremos, con la promesa de que serán el súmmum de la perfección, ya que llegarán a ser aun incluso mejor que nosotros, tener el coche envidiado por cualquier mortal, grande, bonito y caro, pasar fuera de la ciudad todas las vacaciones estivales para después enseñar a nuestros amigos y familiares las bonitas fotos tomadas durante esos días. Todo esto para llegar a una vejez ideal y utópica, con un plan de pensiones y un apartamento en la playa o la montaña para que nuestros nietos puedan venir a visitarnos los fines de semana y en vacaciones. La vida perfecta, de película de Hollywood.

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Sin embargo, actualmente todas estas ideas no las estoy llevando a cabo y la sociedad parece que no me lo perdona, me mira con ojos de compasión pensando que moriré triste y solo. A mi edad, empezando la treintena, ya debería estar trabajando en algo que estudié hace unos años, casado, viviendo en un piso propio, ahorrando para la casa de mis sueños y esperando el segundo o tercer hijo, contribuyendo con nuestros ahorros al plan de pensiones que debería haber abierto junto con mi esposa hace unos meses. Pero no, mi vida es totalmente lo contrario a todo eso que me metieron en la cabeza desde muy temprana edad en la escuela y en las películas de Disney.

Estoy debatiendo qué carrera estudiar (sí, mi primera carrera), sobrevivo en un trabajo que me roba casi todo mi tiempo, el poco tiempo libre que tengo lo dedico a viajar, a hacer deporte, a leer y escuchar música, a salir con mis amigos (con los cuales comparto piso), nada que ver con el típico piso de pareja, mi cuenta corriente no me permitiría vivir más de dos meses en caso de quedarme sin los ingresos mensuales y no tengo ni jardín ni perro que juegue con mis maravillosos hijos. No tengo lo que sería para la gente mayor, la vida ideal. Pero para mí sí lo es, no niego que tal vez sí me gustaría tener alguno de esos elementos que forman esa vida genial a ojos de los pensamientos seniles, pero con matices, porque en esta vida no hay nada negro ni blanco.

En resumen, vida solo hay una igual que la muerte y por ello hay que ocupar el efímero tiempo que disponemos en aquello que nos hace ser felices y sentirnos vivos, ser mejores personas. Dejar huella en nuestra historia contemporánea, que nuestro comportamiento sea recordado no por haber sido perfectos y correctos, sino por haber sido dichosos, afortunados y alegres, que hayamos iluminado la existencia de los que nos acompañan en este viaje tan largo y a la par tan corto pero en el que hay que aprovechar hasta el último suspiro. Y para llegar a buen puerto, no nos queda otra que romper las reglas y ser nosotros quienes tengamos el poder de elegir el cómo vivir.

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