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Nadie más sin alimentos

Un joven busca comida en un contenedor de basura orgánica, en Barcelona.

Un joven busca comida en un contenedor de basura orgánica, en Barcelona. / ALBERT BERTRAN

"Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación". Así comienza el primer punto del artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Sin embargo, podemos comprobar que, desgraciadamente, la realidad para muchas familias en nuestro país es otra.

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Las encuestas del INE (Instituto Nacional de Estadística) sobre condiciones de vida establecieron que en el 2015 el 22,1% de los hogares españoles estaba en riesgo de pobreza y que, según los datos de la Federación de Bancos de Alimentos, ese mismo año se beneficiaron 1,57 millones de personas del sistema de reparto en centros sociales de todo el territorio nacional. Estas cifras se encuentran muy por encima de las obtenidas antes de la crisis: en el 2007 eran 800.000 las personas que se beneficiaban de estas ayudas. Los datos de este mismo año no han ido a mejor, rozando ya el 30% el volumen de españoles en riesgo de pobreza y exclusión social.

Por si esto fuera poco, hay que sumarle un escalofriante dato: a día de hoy se superan los dos millones y medio de menores que sufren pobreza infantil, mientras que uno de cada tres niños padece malnutrición. Mientras tanto, en las comunidades donde gobierna el PP, sostenido por el PSOE o por Ciudadanos, no paran de subir los precios de los comedores escolares, que llegan a alcanzar el abusivo precio de siete euros al día. Sinceramente, solo puedo sentir vergüenza y cierta repugnancia hacia la élite política que permite que todo esto siga sucediendo.

Basta ya de malabares económicos para poder comer una vez al día; basta de ancianos rebuscando en contendedores bajo la atónita e inocente mirada de sus nietos; basta del cierre de comedores escolares y precios abusivos de sus menús a los que cientos de familias no pueden hacer frente; basta ya de las interminables colas del hambre donde personas pasan esperando horas por un plato caliente que llevarse a la boca; y sobre todo, basta ya de permitir que los que gobiernan dejen que nos muramos de hambre o que no podamos alimentar a nuestros hijos. Basta de quedarse quieto. 

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