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Un musulmán en el metro y tres asientos vacíos

Ariadna Morales Albets

Un hombre con turbante, sentado en uno de los vagones de metro de  Barcelona, lee un periódico. Lleva un maletín negro entre los pies y  su mirada es dura. Pasa las páginas del periódico tranquilamente, pero  se trata de una calma contenida. La ira la lleva por dentro.  Repiquetea el suelo con el pie, nervioso. Todo el mundo mira hacia  otro lado, aunque le dedican miradas fortuitas.

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Me siento en uno de  los tres asientos vacíos que hay a su lado. El metro está atiborrado de gente que aguanta de pie, lo más lejos posible del hombre. Éste, a  mi lado, me dedica una mirada de gratitud. Una tristeza abismal se  encierra tras sus pupilas.

Es injusto. Ese vacío, ese silencio, esa tensión. No podemos hacerle  esto a alguien solo por el hecho de llevar un turbante y ser musulmán.  Es el momento de apoyarnos los unos con los otros, no de aislar a los  que no tienen nuestro color de piel.

Basta. Basta de hipocresías, de falso respeto y de sonrisas huecas. Vamos a demostrar un poquito por  los demás, y otro poco por nosotros mismos. Dejémonos de razas,  religiones y diferencias. Humanicémonos y seamos honestos. Por favor, llenemos esos asientos vacíos. 

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