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Maristes: no entiendo cómo Benítez sigue en libertad

Miquel Sánchez Farrando

Si hace unos meses era la Iglesia la que se veía involucrada en acusaciones de abuso a menores, ahora también son los profesores los  que se ven afectados por esta acusación. ¿Cómo se le puede pasar a alguien por la cabeza abusar de alguien y, sobre todo, de un niño? Nunca encontraremos una respuesta a eso. Y ojalá la encontrásemos para así, al menos, poder buscar una solución, pero no parece que vayamos a  ser capaces.

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Lo que ha pasado en el colegio de los Maristas de Sants-Les Corts de  Barcelona es denigrante. No entiendo cómo pueden seguir en libertad,  no ya aquellos que han sido acusados, sino, al menos, el profesor que ha reconocido los hechos. No obstante, pienso que no tienen que pagar justos por pecadores. No podemos presentar todo esto como un problema social, porque no es así; se trata de casos aislados. Algunos dirán  que tampoco se puede presentar a esta gente como enfermos mentales, ya que a nivel científico, no lo son. Pero, si todos somos algo en esta  vida, ¿qué son estos abusadores? Pues, simplemente, son parásitos sociales que dan asco, dan vergüenza.

No voy a describir las características de estos parásitos, porque no  acabaría nunca y porque quizás terminaría sobrepasando la línea que marca el límite entre la buena y mala educación. Aún así, sí que quiero presentarles como unos aprovechados de la inocencia de unos niños que saben que no  van a tener la fuerza para contar nada a nadie y que no se van a dar cuenta de la gravedad del asunto. Aunque de lo que quizás no se  dan cuenta estos profesores abusadores es de que deberían ser ellos los  que aprendan de los niños, y no al revés.

Deberían aprender de la  inocencia de esos niños para saber vivir en felicidad y no hacer este  tipo de cosas. Y es que ahí donde todos ven inconvenientes, un niño vería oportunidades. Ahí donde todos ven seriedad, un niño vería  diversión. Ahí donde todos ven problemas, un niño vería felicidad, una  felicidad que no solo se encuentra en las botellas de Coca-Cola, sino  que se encuentra también en cada uno de nosotros. Solo hay que  hallarla para dejar de ser un infeliz y evitar hacer cosas como estas,  que no solo ensucian la educación y a la Iglesia, sino también a la  raza humana.

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