Contenido de usuario Este contenido ha sido redactado por un usuario de El Periódico y revisado, antes de publicarse, por la redacción de El Periódico.

En 'low cost' a casa por Navidad desde el limbo profesional

Carla Garcia

Alcanzábamos la mayoría de edad y nos prometieron que en septiembre  comenzaría la mejor etapa de nuestras vidas. Elegimos el camino que  queríamos seguir casi a ciegas, temerosos, luchando por un número que  poco importa ya hoy. Y la felicidad de conseguirlo nos alegró el  verano a todos aquellos jóvenes de pensamientos utópicos que creíamos  que, con esfuerzo, llegaríamos lejos en lo que nos propusiéramos.

Entretodos

Publica una carta del lector

Escribe un 'post' para publicar en la edición impresa y en la web

Desde luego, fue una etapa intensa. Es verdad que nadie nos había  prometido que fuera a ser fácil. Nuestras familias y el Estado  invirtieron en nosotros. La jornada completa de los que trabajábamos  en verano y los 'canguros' durante el curso nos pagaron los billetes de  ese tren que siempre llegaba con retraso. Sorteábamos cada semestre  con unos cuantos pájaros en la cabeza de menos, pero afrontamos el  último con la ilusión renovada gracias a nuestras primeras prácticas  no remuneradas.

Graduación y a volar. Y vaya si volamos, en mi caso a Suiza, porque  por muchos aeropuertos que tenga España, ya sabemos que en la mayoría  de ellos no hay vuelos. Y por muchas empresas que existan, parece que  nuestra generación tampoco puede entrar en ellas. Más tarde o más  temprano, para los que volvimos y los que se quedaron, llegaron las  segundas prácticas. Y las terceras. Y las colaboraciones. Y, para los  más afortunados, los contratos formativos. Para el resto, el vacío.  Ese vacío que hay entre los convenios con la universidad y los tres  años exigidos de experiencia que no hemos podido conseguir.

Superamos, cada uno a su manera, la que tenía que ser la mejor etapa  de nuestras vidas. Y la felicidad de conseguirlo nos alegró el verano  a todos aquellos jóvenes que, por alguna razón, aún creíamos que con  esfuerzo llegaríamos lejos. Años más tarde, algunos han llegado tan  lejos que tienen un máster en conseguir el mejor vuelo 'low cost' para  volver a casa por Navidad y otros son capaces de dormir nueve horas en  un avión. Hemos llegado tan lejos que pagamos cursos de formación para  trabajar un par de meses. Hemos llegado tan lejos que debemos esconder  que cursamos un máster para que no nos ofrezcan un convenio de  prácticas donde inicialmente nos iban a ofrecer un contrato laboral.

Este año hemos cumplido los 24. ¿Hasta dónde hemos llegado? Desde luego, demasiado lejos.

Participaciones de loslectores

Másdebates