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"'Llora, niña, que juegas como un monstruo', le dijo una madre a mi hija en un partido de básquet"

Podría ser el título de una película de Guillermo del Toro, pero no.

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El domingo, a mediodía, mi hija de 12 años jugaba el  partido semanal de baloncesto con su equipo en pista del equipo contrario, un colegio religioso situado en una conocida avenida barcelonesa.  Equipo modesto en competición federada pero modesta, preparado con un esfuerzo ilusión monumentales. En el segundo cuarto de la segunda  mitad, mi hija se retira entre llantos porque físicamente no se  encuentra bien y la rabia y la impotencia le pueden. Es una niña,  tiene 12 años y todavía no tiene mecanismos suficientes para gestionar adecuadamente sus emociones.

Desde la grada a pie de pista (es un patio de escuela), se escucha: "Llora niña, llora, que juegas como un monstruo" Eso es lo que le  gritaba la madre de una jugadora del equipo contrario a mi hija. Si,  una madre, una persona adulta a una niña de 12 años.

Y bien. ¿Qué hago?  Porque mucho se habla del bullying, del  ciberacoso, de la protección a los menores en estas lamentables  situaciones, pero ¿acaso no es este episodio un caso de  agresión  verbal de un adulto a una menor? ¿La lío? ¿Paro el partido y exijo  al delegado de campo que expulse a esa persona del público? ¿Llamo a  los Mossos y denuncio a esa madre 'in situ' por trato vejatorio hacia  una menor y por daños contra  la integridad moral de la niña?

No es una pregunta retórica. ¿Qué puedo hacer?

Federació Catalana de Básquet, árbitros, clubes, padres y público en  general que asiste a estos encuentros: creo que a todos nos  corresponde tomar parte en este tipo de situaciones y debemos impedir  que los partidos de niños y jóvenes se conviertan en el  sparring de nuestra maltrecha estabilidad emocional, de nuestro  estrés laboral o simplemente de nuestra debilidad mental.

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