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El latín sí que importa
Estudiantes en un examen en la facultad de Biología de la UB. / FERRAN NADEU
César Asensio
En los últimos días, a cuenta de la huelga de deberes, he mantenido algunas conversaciones en las que, medio en broma, medio en serio, se deja caer la idea de que hay muchos contenidos totalmente prescindibles en nuestro sistema educativo. El sarcasmo y la ironía se ceban especialmente en asignaturas tales como la música, el latín, la filosofía o la educación física, y no sólo me parece injusto, sino que me parece un error, por lo que me he decidido a escribir esta carta.
Entretodos
Por supuesto quiero que mis hijas saquen buenas notas, las mejores. Y cuando lo consiguen, me siento muy orgulloso y me esfuerzo por hacérselo saber. Pero, inmediatamente, me preocupo por lo que no han sabido responder, incluso si no cayó en el examen, porque me importan más sus conocimientos y su esfuerzo que sus notas. Soy un espécimen raro que piensa que las calificaciones no son un fin en sí mismas, sino un medio para valorar los conocimientos adquiridos.
Indudablemente, también quiero que mis hijas aprendan cosas que les sean útiles en la vida y pierdan el menor tiempo posible con aquellas cosas que no lo son. Lamentable, aún no sé qué es lo que no me fue útil en mi propia vida, con lo que difícilmente puedo acertar sobre lo que no les será útil a ellas. Ahora bien, pasados los cuarenta, sí soy capaz de identificar algunas de las cosas que descubrí tarde, o que ya nunca descubriré. A día de hoy, pienso que no me sobró ninguna de las asignaturas que cursé, sino más bien lo contrario, muchas me faltaron. Ojalá hubiera recibido más clases de historia, de literatura, de música, de pintura, de filosofía, de latín…
Por esto, no quiero que mis hijas simplemente aprendan un oficio que les dé para vivir. Para mis hijas quiero más. Quiero que exploren. Quiero que conozcan toda la carta antes de elegir la comida. Quiero que disfruten de los alimentos, más allá de la función de nutrición. Por eso es necesario darles un mundo de oportunidades, abrir su mente y enseñarles a llenarla de lo más útil que le podemos dar: cultura.
La cultura nos hace mejores personas, más plenas, más libres, menos manipulables. Los conocimientos que adquieren en el colegio son nutrientes para el campo por cultivar que es la mente de nuestros hijos. Si eliminamos nutrientes antes de la siembra, estaremos descartando algunos cultivos, a la par que reduciremos la calidad de cualquier cosecha. Si eliminamos nutrientes, nunca desarrollaremos completamente su potencial.
Así que, sí a una sociedad culta y formada, sí a la formación humanidades, y sí al latín.
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