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Justicia exprés para los catalanes

Imputados 8 Jordi Sànchez (izquierda) y Jordi Cuixart, en Madrid, el pasado 6 de octubre.

Imputados 8 Jordi Sànchez (izquierda) y Jordi Cuixart, en Madrid, el pasado 6 de octubre. / JUAN MANUEL PRATS

Me estaban mintiendo: eso de que la justicia en España va muy lenta es mentira. La juez de la Audiencia Nacional Carmen Lamela ha decretado prisión sin fianza por sedición al presidente de la ANC y al de Òmnium. En menos de un mes se ha adoptado tal decisión, a petición de la Fiscalía, por promover las concentraciones frente a la sede de la Conselleria de Economia durante un registro de la Guardia Civil, una manifestación pacífica y que no generó altercado alguno.

Por defender ideas puedes acabar en el calabozo en tiempo récord, pero por robar a los ciudadanos españoles pueden tardar años en juzgarte y, seguramente, la libertad seguirá siendo tuya.

Con el 'caso Malaya' tardaron ocho años para que Julián Muñoz entrase en prisión; el 'caso Gürtel' sigue abierto desde el 2009; con el 'caso Palma-Arena' se tardó dos años en mandar al expresidente balear a la cárcel; el 'caso Urdangarin' quedó impune, sin olvidarnos de los ERE andaluces que, después de ocho años, solo hace que crecer en número de imputados.

Desgraciadamente, toda esta rapidez me hace pensar en el Gobierno central; quizá este sea el portazo definitivo a un supuesto diálogo que nunca va a llegar.

Catalunya y España han roto cualquier tipo de oportunidad de diálogo, ya no hay marcha atrás, y la sociedad catalana, independentista o no, lo sabe. Encerrar a líderes de asociaciones de rango político definido no es el camino, y mucho menos la solución. No hemos aprendido de la historia, y quizá estamos condenados a repetirla. No se trata de nacionalismos, se trata de sensatez, de tolerancia y, con la privación de la libertad de unos cuantos solo se conseguirá mayor crispación social.

En la educación catalana, tan desprestigiada por algunos, me enseñaron a respetar las demás opiniones y a ser tolerante con los demás ideales, pero sobre todo, nunca a reprimir al prójimo por pensar diferente. Quizá los mismos que predican sobre el estado de derecho y la ley deberían volver a la escuela a aprender unos cuantos valores que perdieron en su camino hacia el 'éxito' profesional. 

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