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El hombre de la cornisa

El inmueble, en llamas, en la calle Elisenda de Montcada de Premià de Mar

El inmueble, en llamas, en la calle Elisenda de Montcada de Premià de Mar / TWITTER / RADIO PREMIÀ

José Minguell Calvo

Mientras el mundo se tambalea, sus pupilas, impasibles, quedan petrificadas ante el fuego que lo devora todo a su alrededor.

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Abocados a unas terceras elecciones y con el inacabable problema de la crisis particular que nos azota, el hombre de la cornisa, desnudo, lucha por mantener la cordura ante la bajada a los infiernos que, sin quererlo ni beberlo, está padeciendo en sus propias carnes.

Las voces que le piden que aguante, que no se precipite al vacío, revolotean en sus oídos afectados por la explosión. Solo ese acto innato propio de la vida, que busca sobrevivir sea como fuere, hace que la lógica intente imperar entre tanto caos.

Un hombre para el que el mundo ha desaparecido por momentos, para el que no existe más crisis que la suya personal  y cuya reflexión está por venir, queda como testigo de excepción  de lo caprichoso y azaroso que es nuestro destino.

El hombre de la cornisa. Ese que pudiera haber sido cualquiera de nosotros. Ese que nos hace recordar lo frágiles que somos y que nos invita a relativizarlo todo de manera inmediata y para siempre.

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