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"Háganos un favor, Aguirre, y que esta dimisión sea la definitiva"

Mario Martín

Hay momentos en los que tenemos la sensación de haber estado ya en ellos, de haber escuchado las mismas cosas o de haber asistido a los mismos acontecimientos, es una experiencia a la que los franceses se refieren como 'dejá vu'.

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Esperanza Aguirre nos ha generado a todos esa misma sensación en estos días con su segunda dimisión tras anunciar su retirada de la primera línea política el 17 de septiembre de 2012. Siempre presumió de su “liberalismo”, que se reveló pensado en clave de “amiguetes” con una evidente voluntad de poder. Lleva instalada en despachos públicos y coches oficiales desde hace 33 años sin haber dejado huella en forma de obra a recordar por sus aportaciones, aunque sí se recordará la forma en la que accedió a la Presidencia de la Comunidad de Madrid.

Si algo ha quedado claro a lo largo de los años de gestión de Aguirre es su querencia por los nombramientos, por eso no sorprende su paso como “cazatalentos”, si bien su criterio no incluía la meritocracia de la que tanto ha presumido, sino que los nombrados fueran parte de sus “propios”, que de alguna manera es otro rasgo de su particular liberalismo: patrimonializar lo público en beneficio privado, supeditando el interés de todos y al interés de unos pocos y cercanos. Lo ocurrido con Caja Madrid, el Canal de Isabel IITelemadrid o los más de 100 millones de euros evaporados en la Ciudad de la Justicia lo ponen negro sobre blanco.

Lo quiera o no Aguirre, la corrupción ha marcado su paso por la Comunidad de Madrid y su presidencia regional del PP madrileño. Los casos Gürtel Púnica han sido protagonizados por colaboradores cercanos nombrados por ella. Dice la 'lideresa' que ella ni sabía, ni vio, ni autorizó nada sobre corrupción en Madrid, pero la lista de los imputados e investigados próximos a ella es inacabable, empezando por quien fue su consejero de Presidencia, Justicia e Interior y secretario general regional, Francisco Granados, o su propio sucesor y delfín, Ignacio González, además de Alberto López Viejo y otros muchos más.

Más allá del “chelismo” y “casticismo” de Esperanza Aguirre, con mensajes sencillos y simples que le sirvieron durante años para conectar con unas amplias bases de votantes, la irresponsabilidad a la que apela sobre la corrupción vivida en el entorno regional y político que ella ha dominado durante años no supera los mínimos controles de calidad democráticos y exigibilidad.

Háganos un favor, Aguirre, y que esta dimisión sea la definitiva, vuelva a sus actividades privadas o familiares . Aunque mucho me temo que aún habrá una tercera dimisión, su historia aún no ha escrito su último renglón.

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