Frío siberiano en los hospitales de Barcelona

Hace unos días, tristemente, tuve que acudir a los servicios de urgencias de un hospital de Barcelona, acompañando a un familiar de edad muy avanzada con fiebre alta y una insuficiencia respiratoria. Un caso grave dadas sus circunstancias.

No voy a expresar queja alguna ni de la efectividad de la ambulancia, ni tampoco de la atención recibida por el personal del centro sanitario. En absoluto: todo lo contrario. Pero sí que elevo una reclamación en tono de alarma en cuanto a la temperatura gélida y siberiana que reina tanto en los pasillos y boxes de cuidados y observación de los pacientes como en las salas de espera interminable de los acompañantes, que se ven seriamente amenazados por un aire acondicionado de propulsión a chorro. A la petición de levantar el termostato y ante el caso omiso por respuesta, había que salir a la calle para entrar en calor y hubo incluso hasta quien, tiritando, pidió una manta, cubriéndose con ella como si fuera un náufrago. Creerán que estoy exagerando, pero en estas condiciones, el riesgo de acabar pidiendo número para apuntarse a la lista de los enfermos es alto.

No menciono el hospital en concreto pues me temo que esto es extrapolable a todos ellos. Ignoro si hay alguna razón expresa o técnica para mantener estas estancias como neveras, pero si la hubiera, deberían advertir que en pleno verano hay que acudir a las urgencias de los hospitales con ropa de abrigo, de lo contrario puede uno entrar doblado por un cólico nefrítico y salir encogido por una neumonía o entrar con las defensas abatidas por un golpe de calor y salir con las constantes bajo mínimos por una hipotermia e incluso entrar fuerte como un roble para salir moqueando como un crío.

Bromas aparte, los responsables de Sanidad deberían considerarlo porque se ahorrarían trabajo. No es broma.