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Felipe VI no habló a Catalunya

El Rey ha subrayado la extrema gravedad de la crisis catalana en su primer discurso institucional en tres años de reinado. / ATLAS VÍDEO

Aitor Castañeda Zumeta

Tras el mensaje del rey de España el pasado día 3, la respuesta al mismo en los medios de comunicación merece mucha atención, en tanto que emerge un bloque constitucionalista feliz, y otro mayoritario y poliédrico que subraya el tono agresivo y la ausencia de diálogo que el joven rey pareció transmitir. Críticas todas ellas a mi juicio pretendidas, y que analizo a la luz de mi principal hipótesis: el rey no habló a Catalunya.

Hay que tener en cuenta que ningún personaje público habla sin la dirección de un manager de comunicación. El pretendido producto de los asesores de la Casa Real no es otra cosa que cinco largos minutos de un rey donde desde sus palabras hasta sus gestos, pasando por la puesta en escena, transmiten un mensaje muy concreto: legalidad o castigo, en un tono severo que no admite discusión ni réplica.

La puesta en escena muestra el rey en el centro del plano y solo se le puede mirar a él (cierto guiño centralista). De fondo, muestra el cuadro de Carlos III, primer Borbón reconocidamente ilustrado que lidió el famoso motín de Esquilache en 1766, cabe pues hablar de cierto paralelismo insinuado entre el 1-O y la idea de la rebelión. El nuevo Borbón se identifica con aquel, vistiéndose de personaje ilustrado y único solucionador de conflictos.

No menos relevantes son sus gestos: hierático, no esboza ni la más mínima sonrisa, a penas pestañea, y señala con los ojos y el dedo a la cámara, postura que recuerda al conocido Tío Sam apuntando con el dedo al ciudadano diciéndole "España te necesita". Y es aquí, más que en sus palabras, donde desempolva su verdadero público: los españoles indignados que han visto en el referéndum un desafío a un país del que se creen propietarios. El rey les lanza un mensaje de confort, afianzando así a sus seguidores y adoptando con el Principado cierto aire paternalista del papá que reprime a su hijo, y que le propone un castigo si no se porta bien. Aunque no especifica el ¿castigo¿, puede volverse a la imagen de Carlos III, hijo de Felipe V, quién eliminó los fueros de la corona de Aragón y liquidó así los de Catalunya, pudiendo entrever cierta referencia al temido artículo 155.

Con todo, cabe evaluar el discurso en términos de relaciones públicas y de márketing político, en la que la Casa Real ha primado sus propios muebles antes que salvar el bien común.

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