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Libertad de expresión y delitos por "inducción al odio"

El cantante de Def Con Dos, César Strawberry, en la Audiencia Nacional.

El cantante de Def Con Dos, César Strawberry, en la Audiencia Nacional. / JOSÉ LUIS ROCA

Fernando de la Torre

En los últimos días han sido noticia las condenas por, parece ser, el mal uso de la libertad de expresión. Canciones, tuits o comentarios seguramente de mal gusto y agresivos, han sido considerados delitos penales, o sea, merecedores de ser castigados con pena de cárcel.

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En la mayoría de esas sentencias, según leo, se hace constar que son una "inducción al odio hacia las instituciones estatales". Me parece, de entrada, que mal vamos en un país que se inventa nuevas leyes para castigar nuevos delitos, que antes no existían o no estaban así considerados.

Pero es que esa inducción al odio, a la que tanto se recurre, me da que pensar. Porque, ¿justificar un préstamo a la banca, que produjo un tremendo recorte en prestaciones públicas de salud, enseñanza y otros sectores para decirnos después de varios años, que ese préstamo es imposible de recuperar y que el Gobierno renuncia a ello no es una inducción al odio hacia las instituciones estatales? Consentir que el recibo de la luz alcance cifras nunca antes vistas resultando, en muchos casos, un servicio básico imposible de pagar y decir nuestro presidente que la solución es esperar a que llueva, ¿no es una inducción al odio hacia las instituciones estatales? Hacer promesas en un programa electoral, para conseguir ser, obviamente, elegido  y una vez conseguido el poder donde dije, digo Diego, ¿no entra también en ese tipo de 'delito'?

Los tremendos casos de corrupción en los partidos, nacionales y autonómicos, de los que sus principales representantes no tenían, dicen, ni idea, que se alargan en el tiempo sin ver un excesivo interés en juzgar o condenar, ¿no lo son también? Semejantes temas hacen que a la gente de buena fe le genere no sé si odio (no hacia las instituciones del Estado sino hacia los que en estos momentos  las dirigen), pero lo que sí es seguro, es que provocan, como mínimo, una 'mala leche' generalizada a los ciudadanos.

Por eso creo que los responsables de esa curiosa ley, que ya he comentado alguna vez que parece sacada de una película de Groucho Marx o Woody Allen, debieran tener mucho cuidado de que se no se les vuelva en su contra cuando, quizá, alguien considere que hay motivos razonables para aplicar tal ley a los mismos que la desarrollaron.

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