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"El 1-O voté 'No'"

La manifestación independentista, en el cruce de Aragó con Bailén, esta Diada.

La manifestación independentista, en el cruce de Aragó con Bailén, esta Diada. / DANNY CAMINAL

Yo el 1-O voté "no". Eso me ha sometido a una posición de rehén de la política española y de la catalana. A tener discusiones con unos y con otros. Estoy en zona gris, casada con un reciente independentista y con dos niños pequeños.

Como casi todo está dicho ya de este tema, yo voy hablar de mis sentimientos. Desde agosto, y después del atentado en Barcelona, siento que me falta la respiración. Como si de una película de acción o de terror se suceden los hechos de manera vertiginosa, sin dar tiempo a reflexionar, a coger aire y poder continuar.

Mi sentimiento inicial fue agitación y angustia. Rápido llegaron días de gran tristeza, también días de odio y rencor. Mi cabeza a veces va a mil por hora, confusa con imágenes del pasado intentando entender cómo hemos llegado a esta situción, de la pesadilla presente y, sobre todo, del futuro. Un futuro que veo incierto, inestable y en el que me angustia pensar que se encontraran mis hijos.

Discusiones constantes con mi marido. También delante de mis hijos, quienes aunque quiera proteger de las noticias están sometidos también a un estrés que no acaban de entender. Uno de mis hijos llegó del cole después del 1-O diciendo que jugaban en el patio a policias contra policias.

Noches en las que me ha costado dormir o que a media noche me he despertado con el cuerpo tensionado y las imágenes de todo lo que sucedía sin poder volver a conciliar el sueño.

Días en los que mi trabajo ha sido caótico, poco efectivo y con muchos errores, debido a que estaba más pediente de las noticias que de hacer bien mi trabajo (que encima soy autónoma).

Sensación de confusión de identidad. Avergonzada muchas veces de ser española por su gobierno actual, sus opiniones y comentarios, su actitud represora y retrógrada. A pesar de ello tengo muy claro, que no tengo porque renunciar a España porque sus políticos no me gusten.

En mi utópica España fantaseo que la gente que viene, la nueva generación, es más progresista y cambiarán las cosas. Y que mi utopía es más probable que crear un nuevo país donde sus politicos sean diferentes a los que hay en España.

He sufrido, y sufro, en la comunicación y en relaciones con amigos y especialmente la familia. Yo ya no podía más con los inputs de las redes sociales y, como un acto casi de antisistema, eliminé mi cuenta de Facebook y pedí a mis grupos de Whastapp que no me enviaran información política. Ahí desinflé un poco el estrés.

Rabia por ver a gente que aprecio mostrar su odio a Catalunya y a su gente.  Rabia de escuchar a gente en Catalunya hablar de España o los españoles como aquellos que son fascistas por querer decir "¡Viva España!", que quieran la unidad o lleven una bandera española.

También triste y discriminada cuando alguien habla de Catalunya como si solo fuera una relidad independentista y yo no fuera parte de este "poble". Y triste y discriminada cuando oigo hablar de los catalanes como aquellos que hay que aplastar o bien no se condenan las cargas policiales del 1-O.

En consecuencia de este gran mix de sentimientos, hoy siento una pena tan grande que noto físicamente su peso. Realmente la podría hasta tocar. Me acompaña a todo lo que hago y lo que digo.

Y concluyo que, como si de un espectáculo se tratara y en mi especial tribuna de la confusión, vivo los acontecimientos como disparos certeros que me llenan de dolor o bien disparos erróneos que me alivian. Solo espero no recibir alguno directo al corazón.

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