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Educación: Queremos ser Finlandia sin poner de nuestra parte

Varios estudiantes de bachillerato realizan uno de los exámenes de la prueba de selectividad el pasado junio.

Varios estudiantes de bachillerato realizan uno de los exámenes de la prueba de selectividad el pasado junio. / EFE / JAVIER ZORRILLA

Anna Biosca

Se les llena la boca hablando de Finlandia y de los aspectos positivos de sus métodos educativos. Se les llena la boca hablando de los buenos resultados que obtienen y como priorizan el camino educativo y el proceso de enseñanza por encima de los buenos resultados, qualificativamente hablando. Se les llena la boca de todo eso pero a la hora de la verdad no hacen nada. Quieren implantar inovaciones en primaria (bien, muy bien); a los de secundaria ya les llegará (algun día); y a los de bachillerato, esos ya verán las nuevas incorporaciones en sus hijos, si es que tienen. 

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El bachillerato es una guerra en la que nadie muere. Diferentes batallas con sus distintos frentes abiertos que se pisan unos a otros. Por ejemplo, hay profesores que ponen un examen para el dieciséis de febrero y no les importa que aquél día sus alumnos tengan dos más; tienen la junta de avaluación en cuatro días y si no lo hacen entonces no tiene tiempo de corregirlo. El plan docente está establecido y el profesor marcó esa fecha para el examen al inicio de curso. 

Que se valoren más los resultados que el aprendizaje puede ser comprensible aunque no compartido, ni por los alumnos ni, supongo, por ningún pedagogo. Supongo que lo que hacen los profesores es entrenarnos para lo que será una auténtica batalla campal en junio. Qué triste e injusto que en tres días - lo que dura la selectividad -  esté en juego el futuro de una persona. Qué triste que las ideas de Platón o que la batalla de Cavite definan nuestro futuro de una manera tan tajante y con pocas opciones de echar marcha atrás. Qué triste es el método educativo y de selección que defienden la vomitera examinal y no el aprendizaje. Qué triste estudiar un libro de historia para luego escupir la Mancomunitat en un examen. Qué triste es para la sociedad perderse un buen cardiocirujano porque en un soleado día junio de antaño falló en la pronominalización del complemento de régimen verbal y no supo identificar un sonido labiodental, fricativo, sonoro en la oración que tenía a continuación.

Quieren cambiar el método educativo y una de las primeras cosas que hacen es instaurar unas pruebas de aptitud personal para los futuros maestros de educación infantil y primaria. Unas pruebas de aptitud que son una broma porque saber resolver (o no) una comprensión lectora, identificar unas faltas de ortografía y contestar unos ejercicios de logicomatemática no definen las aptitudes de nadie para saber estar y conectar con los niños. Esos exámenes no resuelven nada, solo seleccionan. Y, por desgracia, en estas nuevas pruebas no se seleccionan a los mejores maestros, solo a los que tienen más facilidad con las matemáticas de sexto de primaria. Pero las matemáticas solo son números y no tienen la capacidad de comunicar lo que yo quiero que algún día les transmitan a mis hijos.

Se les llena la boca hablando de Finlandia y de la importancia de la creatividad en la infancia, pero a la hora de la verdad ponen por encima a las objetivas matemáticas en lugar de equipararlas con el arte. Se les llena la boca hablando de los nuevos métodos educativos, de lo bien que lo hacen los finlandeses y de los beneficios del método Montessori en primaria, pero, a la hora de verdad, nada.

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