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La discapacidad funcional no implica renunciar al sexo

Una mujer en silla de ruedas intenta acceder al vagón del metro.

Una mujer en silla de ruedas intenta acceder al vagón del metro. / FERRAN SENDRA

La sexualidad y la discapacidad son dos temas tabús en nuestra sociedad. Llegamos a pensar que una persona discapacitada pierde la función sexual (se dice que "no puede" o "no debe") y por tanto se la desvaloriza y se la frustra. Esto es una gran equivocación: somos seres capaces de comunicarnos por nosotros mismos y con los demás, de reír, de llorar, de expresar a través de nuestros sentimientos pensamientos y acciones, de dar y recibir placer por medio de nuestros sentidos, pues la discapacidad no supone el fin de la vida sexual.

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Muchas veces los profesionales dejan el tema de la sexualidad a un lado, se trabaja en rehabilitación y otros espectos, pero en este no. Es absolutamente normal que una persona exprese sus deseos sexuales. Siguen existiendo muchas personas que creen que solo necesitan recibir atención médica y el afecto familiar, pero no se advierte de que también sienten deseos sexuales.

Hay que cambiar la mirada para poder ver a las personas con discapacidad funcional como personas con el derecho a ser informadas, a tener una educación sexual, a expresar su sexualidad... Derecho a tener una vida sexual independiente y a decidir qué quieren hacer, con quién quieren estar, cuándo, cómo, dónde... con sus intereses, necesidades, deseos, fantasias, como personas sexuadas, que no es sinónimo de sexo o genitalidad. 

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