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¿Un desfile de Chanel es lo mejor para Cuba?

¿El show de Obama y el desfile de Chanel sirven a la nueva mentalidad en Cuba? Otra vez el enunciado de Fidel del año 61 ocupa muchos pensamientos. Con aquel prisma se forjó la unidad revolucionaria y aún en sus matices se sigue forjando la soberanía del proyecto político cubano.

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Sabemos que los guías de la revolución, en sus diversas instancias de servicio, se preparan unos más, otros menos y algunos nada, para cumplir el enunciado. Que en algunas ocasiones se haga mal, no le resta razón. En la dialéctica de las obras humanas nunca es fácil conocer la verdad, ya que esta se construye entre todos y debe primar la mejor suerte para el país.

La actualidad de Cuba es dura, extraña, y más dura y extraña por los tantos impulsos de libertades resaltados por la Revolución. Esta situación demanda la mayor responsabilidad en los espíritus más inquietos por el destino de Cuba. Una responsabilidad que también abarca al pensamiento político, siempre perseguido por las interrogantes sobre su valor social, que es el objetivo básico de toda preocupación política. ¿Multipartidismo para complacer con el tesoro público intereses personales que lo desangren, o control absoluto del erario por los anhelos de la diversidad colectiva? Con un partido ya es bastante.

Cuba también puede ser original en la política al imponerla como servicio y no como poder. Sosteniendo ese valor, en Cuba no habrá ningún resbalón hacia fuerzas o ideas distintas a la unidad política revolucionaria. Por ello los cubanos más preocupados por el acontecer diario se integran, a menudo sufriendo, pero integración al fin, a las instituciones donde pueden luchar por las amplitudes que sueñan. Tal paso, sabiendo lo duro y extraño que los sueños transformadores lo tienen en cualquier parte del mundo, exige un gran esfuerzo para entender los reales triunfos de la libertad. Con los retos que hoy día Cuba tiene ante sí, está obligada a remitirse a esa libertad. Perderla nos daría el derecho a ir contra la Revolución.

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