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La culpa no es de los 'guiris'

Silvia González Poncelas

Resulta fácil echar leña al fuego alegando que los extranjeros que visitan nuestra bonita ciudad y dejan miles de euros a diario son los causantes de los múltiples problemas que afectan a los barceloneses. Sin embargo, la culpa no es suya.

Vivo en la confluencia de la calle de Marina con València. Cada día me cruzo con cientos de turistas que ocupan todo el ancho de la acera y convierten en misión imposible el simple hecho de llegar a la parada del metro o a la del autobús, a solo una calle de mi casa.

Pero esos visitantes no van solos, sino que siguen a sus guías como un gato a un ratón. Si avisaran a los turistas de que, para no molestar a los hosteleros ni a los vecinos, deben caminar en filas de una o dos personas a lo sumo, se acabaría el problema.

Los camareros podrían servir las mesas sin que peligren las bandejas y los vecinos no perderíamos el bus mientras nos abrimos paso a empujones entre los miles de 'guiris' que, maravillados por la grandeza de la obra de Gaudí, deambulan como zombis de sus autocares (estacionados en la calle de Aragón) hasta la fachada de la calle de Mallorca.

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