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Cuando no se levantan ni de los asientos reservados de los buses

Estación de metro de La Sagrera, una de las más concurridas de toda la red. 

Estación de metro de La Sagrera, una de las más concurridas de toda la red.  / JOAN CORTADELLAS

M. Elena Pérez Arce

Diariamente veo incivismo en los transportes públicos. Es una actitud que desprecio y denuncio y que por desgracia cada vez es más usual. Esas miradas perdidas, el hacerte el dormido, el despistado... esa mirada baja clavada en el móvil. Es tremendo ver cómo adultos bien plantados y a primera vista bien sanos son incapaces de ceder su asiento a 'abuelitas' que no se tienen en pie.

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Tremendo ver cómo en asientos reservados para personas con especial atención son ocupados por niños llenos de energía (no es su culpa), al lado de unos padres que ni se inmutan cuando entra una mujer embarazada o alguien con muletas. Pues vaya con la educación que les estáis dando.

Sin ir más lejos, hace dos días entró en el metro una abuelita que se tenía que agarrar a la barra del centro con todo el cuerpo para no perder el equilibrio. Conté en el vagón 24 asientos  ocupados por personas que la estaban viendo perfectamente, que la miraban. Y nadie, repito, nadie, fue capaz de levantarse ni de los asientos reservados. Ni siquiera cuando un par de las más osadas les increpamos a hacerlo, teniendo que oír de más de uno: "Pues que lo diga".

¿Es que no la ves? ¿Es que no te das cuenta que aunque se caiga es mucho más señora que tú y por vergüenza no lo dirá?

En estas situaciones tan lamentables que vivimos a diario, no puedo más que pensar en estos desaprensivos y pensar en que ya llegaron ellos a viejos.

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