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La contaminación, un peligro real y mundial

Imagen de Barcelona durante un episodio de contaminación, en el 2013.

Imagen de Barcelona durante un episodio de contaminación, en el 2013. / DANNY CAMINAL

La contaminación del aire urbano es el principal riesgo grave para la salud de los ciudadanos en la Europa del 2018; es ilegal, inmoral y letal. La contaminación atmosférica supera los límites que establece la normativa vigente. La contaminación es emitida de manera fraudulenta por los omnipresentes vehículos diésel con sus homologaciones oficiales de emisiones, -trucadas- y es causa directa de millones de enfermedades respiratorias, cardíacas y cáncer, ocasionando medio millón de muertes prematuras anuales en Europa, además de un enorme perjuicio económico que el Banco Mundial evalúa en un 3,5% del PIB.

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En España, las emisiones tóxicas que envenenan el aire urbano causan 31.520 muertes prematuras anualmente (según datos 2015 de la Agencia Europea del Medio Ambiente, , cifras que la OMS casi duplica). Como referencia, las muertes ocasionadas por la lacra de los accidentes de tráfico fueron 1.160 en 2017. Es decir que el envenenamiento del aire urbano mata treinta veces más personas que la carretera. ¿Y qué hacen nuestras autoridades para contener, paliar o reducir tal catástrofe?

La actual escandalosa descoordinación entre Medio Ambiente, Comunidades y Ayuntamientos ha creado un auténtico caos, que multiplica costos e ineficacias. Triplican sin control instalaciones de medida y mediciones; cada uno establece, también arbitrariamente, sus particulares límites y alarmas (ignorando prácticas y reglamentaciones internacionales, ya científicamente admitidas); no informan de los niveles y peligros de los contaminantes tóxicos ( los contaminantes del aire más peligrosos son las partículas materiales finas en suspensión, las llamadas PM 2,5 y PM10, 10 veces más dañinas que el NO2). Inventan 'Planes de actuación' costosos e inútiles, que producen vergüenza ajena, como por ejemplo el 'Plan A' del Ayuntamiento de Madrid, de 544 millones de euros.

Hasta que los vehículos que más horas circulan por nuestras ciudades -autobuses, taxis, furgones de reparto, etc.-, que ruedan a pocos metros de peatones, viviendas, colegios y hospitales, no sean de 'emisiones cero' (eléctricos) -más baratos de fabricar, operar y mantener-, se seguirán provocando más de treinta mil muertes cada año. Para los que dicen que no saben qué hacer, la  china de Shenzhen, con 12 millones de habitantes, ya tiene todos sus autobuses y taxis eléctricos: 16.500 y 12.500 respectivamente. Han obtenido  notables ahorros económicos y de emisiones tóxicas.

El actual caos organizativo que rodea el envenenamiento del aire que respiramos es un grave problema de orden público, de consecuencias trágicas y que está necesitado de alguien que decida poner un poco de orden para beneficio de todos los ciudadanos, antes de que, en pura defensa propia, comencemos las demandas judiciales por daños y perjuicios contra quienes pueden evitar este crimen.

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