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La Constitución necesita un 'lifting'

Nuestra vigente Constitución del año 1978,  tanto por su legitimidad como por su eficacia jurídica, es sin duda una de las más importantes y completas del mundo. Pero una Constitución no es una finalidad en sí misma, sino que es el principal instrumento normativo del que se dota una sociedad para convivir de acuerdo con los valores de libertad e igualdad. Y si ese instrumento ya no sirve para alcanzar al máximo estos objetivos, hay que pensar en reformarla. Pero no porque tenga muchos años, como piensan algunos. La Constitución española es de las más jóvenes del mundo. Los países más estables y democráticos en la actualidad son los que sus constituciones vigentes tienen más de 100 años; Bélgica y Suecia, por ejemplo,  y algunas hasta más de 200 años, como las de EEUU Noruega. Por otra parte, las constituciones son siempre imperfectas y a veces fallan. Sin embargo, durante siglos la gente ha admirado el sistema de Gestión Estatal del Reino Unido, y es porque los británicos no tienen Constitución. Por eso nunca les ha fallado. 

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La Constitución inglesa son las leyes que va aprobando el Parlamento Inglés desde hace más de 800 años. Nuestra Constitución, también es cierto, se tuvo que elaborar haciendo algunas concesiones al sistema anterior, dadas las circunstancias en aquel tiempo y la incipiente democracia. Por eso, en la actualidad, ya hay motivos razonables para que algunos aspectos de ella sean modificados. La política y los políticos no pueden vivir de espaldas a una realidad ciudadana y a una realidad europea y mundial. Necesita un 'lifting' y no hay que tener ningún miedo en realizarlo. En todos los países se han hecho más reformas que aquí. Habría que modificar, entre otras cosas, aspectos de las autonomías territoriales, problemas de financiación y de reorganización, el sistema electoral,  el Senado, la Corona, la participación ciudadana, referéndums, cuestiones medioambientales, instituciones judiciales, servicios básicos... Todo ello bien estudiado, consensuado y sin prisas.

La reforma de la Constitución tendría que tener el objetivo de hacer de España un país moderno, institucionalmente coherente, homogéneo y con la estructura de Alemania o de los Estados Unidos, por ejemplo. Sería el mejor argumento ante la opinión pública europea y mundial. Ahora bien, los independentistas que no piensen que en una próxima reforma de la Constitución tendrían sus deseos reconocidos. Es cierto que tendrían más facilidades para su desarrollo autonómico y su realidad social y política, mejoraría competencias, sistema fiscal, singularidades... Y a lo mejor, hasta sería suficiente por ahora. Porque para que Catalunya se convierta en un Estado independiente, reconocido por la ONU y demás países democráticos, no solo proclamado por el Parlament, que no serviría de nada sin lo anterior, primeramente tiene que esperar a que una mayoría de catalanes, y hablo del 70% en adelante, estén convencidos de querer vivir en una República Catalana y de votar a favor. 

Es entonces cuando ya tendrían la fuerza suficiente para empezar a negociar su independencia con España, la EU y demás instituciones internacionales. Y es entonces cuando se evitarían una fractura de la sociedad catalana con desgarros emocionales y los daños en la economía con caídas de inversiones y deslocalización de empresas. Y es entonces cuando a lo mejor dedicaríamos más tiempo a pensar y/o a arreglar el paro, la deuda pública y privada, la vivienda, las pensiones, la pobreza, la educación, la sanidad, las empresas, la inversión extranjera, los bancos, el euro...

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