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¿Comunicación vandálica o libertad de expresión?

Luis Alfonso Fernández Pérez

Desde hace ya muchos meses contemplamos a diario múltiples impactos de lo que yo he etiquetado como "comunicación vandálica" (adjetivo tomado prestado de la noticia publicada en este medio sobre los "cambios de nombres" en el callejero de Badalona).

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Estos actos consisten en compartir un pensamiento con el resto de ciudadanos mediante un cartel, colgando un lazo de diversos materiales, pintando con espráis... de forma masiva y sin el más mínimo respeto a la propiedad pública ni privada.

La comunicación vandálica precisa de la colaboración (por omisión) de la administración competente. Por ejemplo, para que las 42 farolas que hay desde Plaça de Sants a Badal tengan un cartel a una altura no alcanzable sin ayuda de artilugios o para que todas las papeleras y maceteros urbanos de la zona luzcan una pintada a espray (incluyendo en la puerta del Ayuntamiento de Distrito) es necesario que alguien mire hacia otro lado (o para evitarlo o para retirarlo).

La autoría en muchas ocasiones es anónima, pero en otras muchas aparece la firma explícita de una asociación, grupo de opinión... al que en mi opinión debería exigírsele el coste de limpieza o restauración del mobiliario alterado por su acto comunicativo.

Soy realista y no pretendo conseguir que quiénes se comunican por esta vía lo hagan por otras más respetuosas, está claro que para ellos los mensajes que comparten están por encima de cualquier otra variable. Si me gustaría mostrar que es posible compartir lo que uno piensa de forma más respetuosa para con el entorno, como, por ejemplo, utilizando este espacio de participación.

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