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Coches y motos: Dañinos para una ciudad sostenible, pero no podemos vivir sin ellos

Veo un denominador común entre el debate sobre el tranvía, el cubrimiento de la Ronda, las obras en Glòries y el conflicto con las bicis, y es que en todos ellos se obvian las afectaciones causadas por el exceso de vehículos privados, o incluso se busca fomentar su uso. Así, en Glòries se están invirtiendo unos 120 millones de Euros para sustituir el antiguo viaducto con un túnel que mantenga la hegemonía del coche sobre la plaza, el cual aunque desaparezca de la superficie se lleva con mucha distancia la mejor parte de la inversión, y ganará otro tramo de autopista urbana que seguirá fomentando que la ciudad se hinche de coches. En el caso del cubrimiento de la Ronda se hablaba de 400 millones de Euros para, de nuevo, enterrar los coches sin que se vean, aunque manteniendo sus facilidades así como la contaminación que generan, que no desaparecerá por cubrirse el vial.

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El tranvía a su vez ha sido y está siendo infinitamente más cuestionado que estas dos otras obras, a pesar de tratarse de un transporte público que además es muy silencioso y no contamina. El coste de la unión se ha estimado en 175 millones, de los cuales 70 son a 30 años vista, es decir la inversión inmediata sería de unos 105 millones, ¡menos que el túnel de Glòries! Finalmente la cantidad de opiniones contrarias a los ciclistas por el peligro que supuestamente suponen no se corresponden en absoluto con las proporciones de las cifras de accidentes entre coches y bicis, pues los coches en el año 2014 causaron 27 muertes, mientras que las fatalidades causadas por bicis cada año se cuentan en los dedos de una mano. Tampoco son proporcionales las quejas por motos que ocupan las aceras, con aquellas sobre la molestia que supondría la circulación de las bicis.

Mi conclusión es que con los coches y las motos nos estamos comportando como si de una droga se tratara: sabemos que nos hacen daño, pero aún y así queremos más, negamos (o nos resignamos a) sus efectos negativos, sentimos que no podemos vivir sin ellos, y nos rebotamos cuando alguien pretende quitárnoslos. 

Estos últimos tiempos parece que algunos están haciendo malabares mentales para justificar evitar seguir una tendencia tan profundamente positiva y Europea como lo es la de la movilidad sostenible, pues fue en el centro y norte de Europa donde se empezó hace algunas décadas a revertir la tendencia de otorgar más y más espacio al vehículo privado, para otorgárselo a peatones, ciclistas y transporte público. También fué en Europa donde arrancó la tendencia de inaugurar tranvías modernos (o modernizar los existentes si aún se conservaban), de nuevo revirtiendo la tendencia de supresiones que había sido común hasta entonces. Con los resultados no se puede discutir: todas estas iniciativas han desembocado en mejoras en la calidad de vida, al reducir contaminación y ruido, y reducir el tiempo invertido en desplazarse por la ciudad.

Mientras tanto, aquí en Barcelona se siguen ofreciendo los mismos desgastados argumentos que ya abundaban hace medio siglo: El coche es necesario y no se puede reducir su uso, el tranvía es una molestia, la bici no es una forma práctica de desplazarse. ¿De verdad tenemos que seguir tropezando con las mismas piedras que hace 50 años? ¿De verdad hay que poner tanto empeño en distanciarnos de esa Europa que tanto admiramos por la calidad de vida que representa? ¿De verdad pensamos que es serio estar augurando cataclismos cada vez que se proponen medidas que en el resto del continente abundan como arena en la playa?

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