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Carta de un activista sintecho: "Somos personas y necesitamos una oportunidad"

Un sintecho duerme en un banco de la calle de Vilà i Vilà, en el Poble Sec. 

Un sintecho duerme en un banco de la calle de Vilà i Vilà, en el Poble Sec.  / FERRAN NADEU

Como activista sintecho llevo un año recorriendo las grandes ciudades del país y en Barcelona me he encontrado con muchas personas sin techo, olvidadas por la Administración pública que delega sus responsabilidades en la empresa privada, que busca beneficios económicos en la pobreza. 

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Deambulando por las calles de Barcelona me he encontrado con ancianos sin techo con cáncer terminal, esperando la muerte en la calle, también me he topado con mujeres y jóvenes rebuscando en la basura por falta de trabajo. En la ciudad hay más de 3.000 personas sintecho sin ningún derecho y otras 2.000 personas cogiendo chatarra. Todos ellos son los pobres que sufren a diario la persecución de la Guardia Urbana, que criminaliza la pobreza en un intento claro de desplazarla hacia la periferia de la ciudad para no molestar a los más de 8 millones de turistas que visitan la ciudad Condal. 

El sistema deja fuera de la participación a las propias personas sin techo: los albergues municipales que gestionan las empresas privadas están situados a la periferia de la ciudad, poniendo difícil a las personas sin techo con poca movilidad y desgastadas por la dureza de la calle, llegar a los recursos municipales. Son albergues que no cubren en su totalidad la demanda, con lo que más del 40% de los sintecho se quedan en la calle. Los albergues ofrecen techo a estas personas entre 3 y 5 días al mes, rotación tramposa para cuadrar las estadísticas cuando en realidad muchas personas pasan la mayor parte del tiempo en la calle. Las personas sin techo que disponen de una mascota no pueden acceder a los albergues, norma que condena a estas personas y sus mascotas a vivir al raso las 24 horas del día.

En los albergues, a las 7 de la mañana se tienen que marchar y deambular de nuevo pro las calles en busca de los comedores de la caridad repartidos por los distintos barrios de la ciudad. Desde el Ayuntamiento tampoco facilitan bonos sociales de transporte para este colectivo y los comedores de la caridad, con horarios adaptados a las necesidades de la Iglesia, sirven muchas veces productos caducados de las grandes superficies que donan sus productos a cambio de rebajas fiscales.

Las grandes oenegés que tienen el monopolio sobre las subvenciones públicas (22 millones del Ayuntamiento de Barcelona, 370.000 euros hasta 2019 de la Generalitat) no tienen en cuenta las necesidades reales de las personas sin techo, y, gran parte del dinero público destinado para eliminar el sinhogarismo se pierde por el camino. Muchas personas sin techo han fallecido en la calle esperando una solución de la Administración que nunca llegó, crímenes institucionales que nos deberían dar vergüenza en pleno siglo XXI. ¿Dónde están los derechos humanos?

Han pasado más de 15 meses desde que Ada Colau fue elegida alcaldesa de la ciudad de Barcelona y en campaña electoral prometió la remunicipalización de los servicios sociales que hoy siguen en manos de las empresas privadas. Las personas sin techo no somos mercancía en manos de fundaciones y oenegés, somos personas que necesitan una oportunidad y ser atendidos por los servicios sociales públicos que son los que deberían de garantizar los derechos sociales del colectivo sin hogar.

Lagarder Danciu, activista sintecho

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