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Cal y arena, dos caras de una misma moneda
José Minguell Calvo
Bronco o quizá abrupto. No sé muy bien por cuál decidirme. Puede ser que por ambos e incluso si añado algún calificativo más, no exageraría en absoluto. Aún recuerdo que, no hace mucho, Pablo Iglesias, contra viento y marea, entre platós de televisión y pequeñas arengas asamblearias, empezaba lo que iba a ser su andadura política. Y Podemos, el partido que dirige, era el resultado de aquellos que, incrédulos ante las distintas manifestaciones por toda España, de manera irónica y con sorna, invitaban a que se constituyeran como fuerza política los que inundaban las plazas y las calles de nuestras ciudades.
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Y ahí están. Los terceros en el casillero, codeándose con el PSOE. Plantándole cara a la vieja escuela e intentando hacer historia en el panorama político español. Pero últimamente, y más tras las elecciones, noto a Pablo crispado, nervioso y haciendo acopio de esa soberbia que él tanto critica y de la que personalmente reconoce que calza. Arremete bruscamente contra sus adversarios.Traslada el mismo ímpetu de los platós de televisión, a espacios más solemnes.
Pero ¿quiénes son sus adversarios? Manifiestamente los del Partido Popular. Claramente, los de Ciudadanos y, curiosamente, los del PSOE. También ha tenido sus más y sus menos con otras formaciones políticas más afines a él, e incluso dentro de su formación tampoco tiene el beneplácito de todos.
Titán, quizá temerario, puede ser que inexperto, el bueno de Pablo Iglesias empeña sus ganas por cambiar esta tierra de conejos a base de trompazos, de esos que son propios de los elefantes en las cacharrerías. Besos con otros hombres no hacen mejor político ni mejor persona. Camisas con o sin corbata no te hacen más idóneo para el cometido a desempeñar. Intrascendente si lleva coleta o gomina. Aunque, eso sí, no por ser diferente necesariamente eres ya mejor.
Siempre he escuchado que el perro ladrador era poco mordedor. Hacer ruido, enfrentarse a todos, gritar más alto que los demás, no está reñido con las ideologías, con querer cambiar las cosas, con mejorar lo podrido. En ocasiones veo más campaña que devoción. Veo exceso de energía y autoridad, y ausencia de talante y sosiego. Veo lo de siempre pero de otra manera.
Aristóteles y otros maestros de la política ya decían aquello de que los temas que conciernen al gobierno de los hombres deben ser guiados por adultos, dejando al lado a los jóvenes, los cuales se dejan llevar por las pasiones. Y no digo que no se reclame, se grite si hace falta, se cambie el rumbo de este barco llamado España a base de energía y empeño. Solo digo que en ocasiones es mejor callar y trabajar que vociferar y destacar por ello.La juventud no está en el carnet de identidad.
La cal y la arena no dejan de ser dos caras de la misma moneda. Esa misma que cambia por azar o simplemente, porque toca hacerlo.
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