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La caída de un mito

José Minguell Calvo

Cuando era adolescente existían unas siglas que llegaban a convertirse en obsesivas: GTI. Y si a esas siglas le añadías Golf, apaga y vámonos. Era por así decirlo una referencia entre jóvenes y no tan jóvenes. Y ya no porque fuera terriblemente mejor que los demás sino por el empaque que aportaba. Parecía que tener un Golf y encima GTI te hiciera mejor, más guapo y más molón.

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Sin campañas publicitarias en tropel, queríamos ser uno de esos habitantes del mundo Golf. ¡Qué tiempos!

Hoy, aquellos creadores de un mito como el Golf, aquellos capaces de crear un coche que iba más allá de un medio de transporte, deben pasar la mayor de las vergüenzas que pueda cometer un creador: el engaño.

Engaño a los compradores, engaño a las autoridades, engaño a ellos mismos y lo peor de todo, engaño a sus trabajadores.

Indigna ver cómo su torpeza puede afectar no solo a su modelo carismático sino a todo un conjunto de personas que trabajan tanto para Volkswagen como para SEAT, de forma directa, y a otras tantas que trabajan para empresas suministradoras de componentes, de forma indirecta.

Sin duda ha caído un mito y sin duda, como siempre, pagarán justos por pecadores. Ya no me parece tan molón.

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