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"Cada vez que mi hija tiene fiebre temo por su vida"

La nueva decoración transforma el área de diagnóstico por la imagen de Sant Joan de Déu en una aventura espacial.

La nueva decoración transforma el área de diagnóstico por la imagen de Sant Joan de Déu en una aventura espacial. / ACN

Cada vez que mi hija de poco más de un año tiene fiebre durante más de tres días temo por su vida. Es una exageración ciega de amor, por supuesto, especialmente porque los médicos solemos aprender a relativizar los signos de alarma. Sin embargo, la fiebre es un posible signo de enfermedad neoplásica, de cáncer; es la principal causa de muerte en niños menores de 9 años en España, según datos del INE.

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A propósito del recientemente celebrado Día Internacional del Cáncer Infantil hemos sido testigos de loables campañas personales, de iniciativas privadas e incluso nuevos documentales. Todos los proyectos tratan de poner, si no remedio, por lo menos freno a este problema estremecedor en los países ricos, donde por suerte nuestros hijos no mueren por causas fácilmente prevenibles con unas condiciones higiénicas y alimentarias mínimamente decentes. También muchos niños de países pobres mueren de cáncer, así que podríamos asumir que cualquier esfuerzo que se lleve a cabo para mejorar el pronóstico del cáncer infantil a nivel mundial redundará en un beneficio para cualquier niño, viva donde viva. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas.

Hasta que mi hija supere de largo la edad de riesgo para que la fiebre prolongada no me dispare la 'alarma del cáncer', estas iniciativas privadas no me calmarán. Y después, tampoco, porque siempre habrá niños y niñas, propios o ajenos, que serán motivo de preocupación y necesariamente depositarios de curas, pues son el futuro.

Se necesitan esfuerzos coordinados y una concienciación profunda de nuestra sociedad en su conjunto para que éste y otros problemas de salud pública sean atajados desde lo público. No me calmará saber que existen costosos tratamientos experimentales de última generación o estudios genéticos altamente complejos para tratar los relativamente pocos casos de origen puramente hereditario. Sino que me calmará saber que se están implementando las políticas públicas de salud necesarias para reducir las causas globales de cáncer, en todas las edades, lo cual incluiría, por ejemplo, reducir las tasas de tabaquismo, de contaminación atmosférica o de radiaciones (muchas veces evitables o controlables, como en el caso de las pruebas radiodiagnósticas).

Nuestros hijos y los hijos que vendrán no necesitan patentes, necesitan regulaciones y que seamos más saludables como sociedad, para lo cual se requieren cambios más profundos que la identificación de dianas genéticas y las aportaciones filantrópicas puntuales. Se han propuesto diferentes medidas, que van desde mejorar el presupuesto en investigación pública a incorporar una casilla para donaciones en la Declaración de la Renta. Bienvenidas sean. Cualquier cosa lo es si el día de mañana todo padre o madre sigue teniendo garantizada la atención gratuita y de calidad de sus hijos con cáncer. 

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