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Bajada a los calurosos infiernos de los Ferrocarrils

Usuarios de Ferrocarrils esperan en los andenes de plaza Catalunya, esta mañana.

Usuarios de Ferrocarrils esperan en los andenes de plaza Catalunya, esta mañana. / FERRAN NADEU

Estación de Sarrià de los FGC, Barcelona. Lunes de este tórrido verano del 2017. Son las 18.23, llegas bastante sudoroso a la estación por la caminata, pero aquí tampoco hay tregua, el calor es similar al de la calle.

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A las 18.28 llega puntual el tren S1 dirección Terrassa. En el andén hace ya minutos que se agolpa gente deseosa de regresar a sus hogares. Las puertas se abren, pero pocos son los osados que consiguen entrar: el tren ya va lleno hasta la bandera.

Te resignas a seguir pasando calor hasta que llegue el siguiente tren. Como si tuvieras elección. Más gente sigue llenando el andén, acumulándose. A las 18.40, puntual de nuevo, llega el siguiente. La escena anterior se repite, pocos consiguen subir. Al calor que hay en el andén se le suma el interior, producido por la impaciencia, la incomprensión, y la rabia.

Sigamos esperando. Llega el siguiente tren, son ya las 18.52. Usando parte de tu sudor como lubricante, consigues, entre mil perdones, meterte en el tren.

Mientras compartes roces, codos, hombros, y calores con los demás sufridos usuarios, te preguntas si realmente merece la pena pagar 100 euros mensuales del abono para pasar por esta experiencia.

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