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Anglicismos sí, pero sin excesos

Diccionario de la RAE.

Diccionario de la RAE. / ARCHIVO

Actualmente, el uso de las palabras inglesas ha aumentado de manera impresionante, tanto que se tienden a utilizar también en contextos informales y familiares. En un primer momento, el inglés se impuso como lengua-puente en el sector profesional, demostrándose luego una excelente solución: por eso su empleo se ha ampliado de manera casi automática, difundiéndose masivamente no solo en España, sino también en la mayoría del mundo occidental, porque es el resultado de intercambios culturales a nivel global, que además se deben -a su vez- a la evolución de los medios de comunicación e información, sobre todo internet y las redes sociales. Por un lado, esta situación revela una nueva apertura cultural; por otro lado, parece que la sociedad nos impone su uso si queremos ir a su ritmo, como si fuera el idioma ideal para toda comunicación.

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Así que el hispanohablante, como el italiano o el francés, puede confundirse y expresarse de forma inadecuada con respecto a la situación a la que se enfrenta. Sin embargo, las personas han acabado por acostumbrarse al empleo de los anglicismos para no sentirse excluidos de la sociedad o simplemente porque están de moda, dado que su sonido resulta más atractivo y elegante en el lenguaje publicitario como en el político o en el económico. 

El riesgo real que corremos es el de perder las características propias de nuestro idioma; hay que considerar que cada palabra tiene un significado y una aplicación específica, como también un origen y una historia que engloba aspectos culturales únicos: es imposible que, substituyéndola fríamente con un término extranjero, como un anglicismo, se transmita todo su conjunto de valores. Hay que buscar un equilibrio entre el uso de una lengua que incorpore vocablos extranjeros y el de la lengua tradicional. Tenemos que preservarla, porque forma parte de nuestra identidad, que nos representa en el mundo, pero -al mismo tiempo˗ hay que aceptar los cambios de las lenguas, por su naturaleza innovadora. Un primer paso puede ser reconocer e incorporar lo bueno, o mejor, lo más útil para un determinado ambiente involucrando a las personas que lo integran.

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