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Abrazos contra la frialdad de las nuevas tecnologías

El efecto terapéutico de abrazarse

El efecto terapéutico de abrazarse / JULIO CARBÓ

Pablo Benítez Aguilar

Vivimos lejos y nos encontramos cerca. Esta cercanía aumentada hoy día por esos aparatejos dispares y modernos nos ha hecho olvidarnos de la otra cercanía, la más vital para nosotros. Y digo nosotros refiriéndome a los ya acostumbrados a los abrazos, las miradas profundas y el par de besos resonantes.

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El otro día me encontraba ensimismado y un tanto sumido en una soledad inquieta. Esa soledad que sientes en medio de una ciudad rodeada de gente, autos y bullicio, cuando de repente suena el móvil. Lo cojo y digo: "Hola". Una voz reconocida aparece tras el minúsculo micro con otra pregunta: "¿Cómo estás?"

 Me quedé estupefacto al oír a mi amigo y sobre todo al comentario que hizo al respecto:

Es que, me he acordado que el teléfono tiene la función de hablar en directo con las personas y quería oír tu voz, quería sobretodo notar que estabas ahí, que no todo van a ser mensajes por cualquier medio.

Personalmente soy bastante 'apagadillo' al ponerme al teléfono y me quedé callado un momento, dejándolo hablar. Por supuesto que me hizo ilusión, como me hacen ilusión las postales navideñas, que por desgracia están en vías de extinción. Me hacía ilusión recibir la carta de un amigo desde Italia o del otro desde más allá del charco. Cada día miraba el buzón y me dolía verlo vacío.

En fin, cada día más cercanos gracias a la tecnología. Pero yo soy de la vieja escuela y me encanta que me acaricien el oído, que me estrujen las costillas con un abrazo y el olor de esa colonia barata al recibir un par de besos.

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