«Mi mapa de la ciudad es un mapa de bares»

Bares y bodegas son la debilidad de Alberto García, abogado de profesión; por eso hizo un blog al respecto, y por eso se atrevió a ponerse al otro lado de la barra

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«Mi mapa de la ciudad es un mapa de bares»_MEDIA_1 / JOAN PUIG

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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Si fuera lícito partir una vida en dos mitades -no lo es-, una mitad de Alberto García vendría a ser el derecho concursal, especialidad que en tiempos de crisis ha rozado cimas demenciales: quiebras, concursos de acreedores; por ahí ha andado él. La otra mitad son los bares. Siente debilidad por ellos, y aquí hay que hacer una pausa: bórrese la imagen del borrachín acodado sempiternamente en la barra. Es otra clase de debilidad. Una que ha pasado por varias etapas, incluyendo un blog, y que inevitablemente ha terminado con esa mitad de Alberto dedicada a la restauración.

-¿De qué hablamos cuando hablamos de debilidad por los bares?

-De que son sitios en los que siempre me lo he pasado bien. Desde muy joven me gustaba el plan de bar diurno, mucho más que salir de noche. Ibas a un sitio donde te sentías bien y hablabas con la gente y de repente decías: «Ponme otros calamares, y más cerveza», y te podías pasar ahí toda la tarde.

-Diurno.

-¡Sí!, mucho mejor, más entretenido, ves a más tipos de gente, y comes, y bebes, y disfrutas. Que en este sitio hay un cazón en adobo que hay que probar: pues se va y se prueba. Que en este sitio la mojama es muy buena: pues vamos a ver qué tal. Y te ibas allí con los amigos y pasabas una tarde magnífica.

-Así, de bar en bar.

-Así conocí muchos sitios, sí. Hasta que un día me di cuenta de que yo en la ciudad me ubicaba por bares, que mi mapa de la ciudad era un mapa de bares, y pensé en hacer ese mapa y colgarlo en mi habitación.

-¿El germen del blog?

-Sí, un poco. Como en esa época ya había Google Maps, terminé haciéndolo en Google Maps. Tenía, creo, como 50 bares. Y un día dije: «Venga, voy a hacer un blog».

-¿De cuántos consta su mapa actual?

-Unos 120 bares.

-¿Y qué criterios deben satisfacer?

-Es un triunvirato: que la comida sea buena, que el jefe o el encargado tenga algo… O sea, que te traten bien o que te insulten tan bien que digas: «Me quedo»; hay gente con carácter agrio que para mí tiene su aquel. Y finalmente, que el local tenga algo. No hace falta que sea histórico, pero sí que tenga algo de antro, de 'bareto', un encanto que te lleve a decir: «Oye, ponme otra cerveza».

-Cuénteme cómo fue ese salto a la restauración.

-Eso fue con mi amigo Marc. Con Marc, que cocina muy bien, siempre decíamos: «Tío, tenemos que poner un bar». Y: «Si alguna vez nos va mal…» Y al final pasó eso, que a Marc le llegó una época mala de trabajo, y un día me dijo: «Qué: ¿activamos el plan b?» Y yo: «¿Sí?» Y él: «Sí». Y eso hicimos.

-Una bodega, ¿no?

-La Bodega Montferry, sí. Ahora es solo de él. La idea fue siempre poner en marcha el asunto para que Marc pudiera cambiar de vida; para que el plan b tuviera éxito.

-¿Y esta?

-Esta, la Bodega Carol… Bueno, también fue cosa de un amigo. Un día me dijo: «Oye, tío, ¿nos atrevemos?» Y aquí estamos.

-Le quedó gustando.

-Yo lo que digo es que todo esto en cierta forma es parte de una especie de proyecto involuntario de protección del patrimonio. Antes de que venga alguien a cambiarlo todo y poner un negocio sin alma, yo prefiero adelantarme y protegerlo. Me da mucha pena pensar en todos los sitios fantásticos que han cerrado en esta ciudad.

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-¿Tiene nuevos proyectos?

-Pues sí, hay un proyecto en marcha. Con otro amigo, que es chef: un restaurante. En Sants, nuestro barrio de toda la vida. Sants es crema, se va a llamar.