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«Era viejo a los 40 años pero ahora vuelvo a ser joven»

Cavernícola del siglo XXI. A sus 84 años, Robert Janz dibuja efímeras figuras de agua por las calles de la ciudad

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«Era viejo a los 40 años pero ahora vuelvo a ser joven»_MEDIA_2 / DANNY CAMINAL

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Una de las ventajas de exponer en la galería A|34 (Aribau, 34) de Barcelona es que en la misma manzana tienes una exquisita heladería, de ahí que Robert Janz se presente a la entrevista zampándose un helado con la mirada pícara de un niño. La policía suele tomar a este artista de 84 años nacido en Belfast (Irlanda del Norte) y formado en Estados Unidos por un curtido grafitero, pero él se siente más próximo a los hombres de las cavernas. Hace dibujos de agua en la calle que desaparecen a los pocos minutos, pero el resto de su obra está expuesta hasta el 12 de noviembre.

-Parece disfrutar con todo lo que hace, ya sea comiendo un helado o dibujando. Ser creativo es estar vivo. Porque... ¿qué es el arte?

-Usted dirá. García Lorca decía que la poesía tiene que brotar a chorros, como la sangre brota a chorros cuando te cortas las venas. Para mí, arte puede ser cualquier cosa creativa: una conversación animada, beber un vaso de agua fresca en un día caluroso... A menudo me veo a mí mismo intentando apartarme de todas las cosas y las personas que intentan esclavizarnos. Vivimos encorsetados y el arte nos ayuda a expandir nuestro espíritu más allá de estereotipos y rutinas para poder ver y entender el mundo en su totalidad.

-En los años 50 Estados Unidos entró en guerra en Corea y Vietnam. ¿Cómo lo vivió? Yo era un joven rebelde que leía demasiado. Recuerdo una escena de 'El Puente de San Luis Rey' [de Thornton Wilder, premio Pulitzer en 1928] en la que una mujer observa a la gente y ve cuán llenos de vanidad están, cómo no se escuchan y cómo culpan a los más desafortunados de sus miserias. Abusamos de la vida y creamos nuestros propios infiernos. Yo no estaba de acuerdo con aquellas guerras estúpidas y por eso pasé un tiempo detenido, pero acabó siendo una experiencia muy educativa.

-¿Por qué? Tuve que hacer una terapia ocupacional y aprendí a hacer cerámica con un profesor que había sido soldado en Japón durante la segunda guerra mundial. Él me enseñó a hacer un cuenco al estilo japonés, donde lo que importa es el vacío. Esto tiene ecos del budismo zen, una filosofía de la creatividad que influyó mucho en mi generación.

-¿Qué otras cosas le influyeron? El jazz. Miles Davis era nuestro héroe. Intentábamos ser creativos y espontáneos y con mi grupo de amigos nos saludábamos con un «¡Viva Zapata!». No teníamos mucha idea, pero sabíamos que era un espíritu revolucionario. ¡Éramos hippies!

-Sus dibujos recuerdan a las pinturas rupestres. Esas pinturas son el origen del arte, de nuestra mirada creativa al universo, y yo quería ir a la raíz del acto creativo y pintar como nuestros ancestros. Mis montañas son los edificios, mis cuevas son las callejuelas de la ciudad y pinto con agua para no causar molestias. No soy un grafitero ni me interesa el arte urbano.

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-No sé si la policía hace distinciones. Un día estaba dibujando con agua en Nueva York y no me fijé en que justo detrás había un edificio del gobierno. De pronto me rodearon seis policías armados: «¡No puede hacer esto!», me ordenaron. Yo señalé la botella y el pincel y les expliqué: «Solo es agua. Si me arrestan por dibujar con agua, deberían arrestar a la lluvia».

-Contundente y poético. ¿Les convenció? No, y mientras discutíamos mi dibujo se iba evaporando. ¡Pensé que iban a arrestarme por ocultar la prueba del delito! [Ríe]. Cuando me pillan pintando en la calle suelen decirme que soy demasiado viejo para hacer estas cosas pero yo siempre les contesto lo mismo: «Era viejo a los 40 años pero ahora vuelvo a ser joven».