Manel Capdevila, joyero: "El Eixample te sitúa en un entorno privilegiado"

Este bisnieto de joyero sigue con el negocio en un local de Consell de Cent

Manel Capdevila, en la joyería familiar ubicada en Consell de Cent, 320.

Manel Capdevila, en la joyería familiar ubicada en Consell de Cent, 320.

CARME ESCALES / BARCELONA

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En un pequeño taller de joyería de la calle de la Argenteria, Joaquim Capdevila Meya (1876-1959) aprendió el arte que ha hilvanado una sólida saga de joyeros. Manel Capdevila Coral (Barcelona, 1973) es su cuarto representante. Desde la joyería que regenta con su padre, Joaquim Capdevila Gaya, en la calle de Consell de Cent, repasa el origen y presente de una dedicación familiar vinculada a la ciudad, a Montserrat y al Museo Nacional d'Art de Catalunya (MNAC), donde hay piezas de esta familia.

-Todos nacidos aquí. ¿Sienten el sello que Barcelona da a lo artístico?

-Hace 50 años ya se utilizaba el nombre de Barcelona. Había muchas fraguas, los talleres de oficios han sido tradición. Junto a joyeros, había clavadores, grabadores... Nosotros nos sentimos muy barceloneses. Y estar en el Eixample te sitúa en un entorno privilegiado. Aquí, quien te busca, te encuentra. Antes estuvimos en Diputació con Pau Claris; luego, 50 años, en Pau Claris con Aragó, y hace 17 años, en Consell de Cent, 320.

-Las joyas hablan de las emociones de las personas.

-Muchos de nuestros clientes, aún conservan la tradición familiar de regalar joyas a sus miembros. La joya es arte, y un medio de comunicación. A partir de los 60, la joyería contemporánea toma un discurso poético. Mi padre ya encarna la joyería de autor, y ha expuesto obra en diversas ciudades de Europa.

-¿Qué ha caracterizado más a cada uno de los joyeros Capdevila?

-Mi bisabuelo Joaquim fue un gran técnico. Mi abuelo Manuel fue muy creativo y artístico, trataba la joya como un arte, más que como la elaboración de una pieza ornamental. Daba valor a la expresión de cada creación. Siempre decía que era pintor. Durante la guerra civil vivió en París. Trabajaba en un taller y, en casa, creaba lo que a él le gustaba. Se relacionó con artistas e intelectuales refugiados. París lo marcó. Él fundó las clases de joyería en la Escola Massana.

-Y volvió en plena posguerra...

-Sí, tuvo que trabajar, entonces con materiales pobres. Piedras de río, bronce o madera. Materiales muy sencillos fueron sus útiles.

-¿Cómo se vinculó a Montserrat?

-Mi abuelo tenía amistad con el abad Escarré, y empezó a recibir encargos, como la corona sobre el altar de la basílica, cálices y patenas. Hoy restauramos y hacemos mantenimiento. Montserrat nos ha dado a conocer en Catalunya. Hacemos las cruces de Sant Jordi y las medallas de oro de la Generalitat y las de los centenarios.