UN COMERCIO REFRESCANTE
Helados para siempre
Una heladería de Sagrada Família abre todo el año y adecúa sus sabores a cada estación
Justo a las espaldas de la Sagrada Familia, en la calle de Provença, 419, un escaparate rebosante de helados llama la atención de los transeuntes. La heladería Arlequino fusiona desde el año 2000 tradición italiana y alma argentina con el espíritu catalán. El resultado es un helado artesanal que se puede saborear todo el año y para ello cambio de sabores para conseguir los gustos más adecuados según la estación del año.
Este era el propósito de Gemma Ramírez, catalana, y César Giménez, argentino, que hace los helados. "En 1998 quería abrir una heladería en la que pudiera retomar la tradición de mis orígenes italianos en un concepto que entonces no existía en Barcelona: una heladería al más puro estilo italiano, donde disfrutar de helados artesanales de enero a diciembre", explica Giménez. La búsqueda de local les llevó dos años pero al final abrieron las puertas en el paseo Joan de Borbò, en la Barceloneta.
"Empezamos en el 2000 en la Barceloneta y fuimos ampliando el negocio, pero ahora, debido a la crisis, sólo nos queda la tienda de Provença y el laboratorio de la calle Rosselló", relata Gíménez. A pesar de esto, no se han rendido y han buscado formas de sobrevivir. "Mientras la mayoría de heladerías abren en abril y cierran en noviembre, nosotros queríamos trabajar con helados todo el año -relata Ramírez - y empezamos a pensar en cómo cambian los gustos de los clientes según las temporadas".
Esto los llevó a elaborar sabores de helados que se adapten a las épocas. En invierno el mostrador rebosa de helados de chocolate, crema, galletas, queso fresco, que en verano dejan sitio a gustos más aptos a combatir el calor. "El helado de mojito es un clásico de verano y también funcionan mucho gustos alternativos como el Popeye, una combinación bastante singular de espinacas y kiwi, muy refrescante", sigue Giménez.
Los más vendidos
En estos días de calor, los gustos de fruta son los que más se venden. "Algo que descubrí aquí, aunque ahora es más fácil de encontrar, es el helado de granada", explica Glòria Garriga, vecina del barrio de la Sagrada Familia. La acompaña Maria Arcón, de visita en Barcelona: "Cuando Glòria me propuso tomar un helado en la esquina, no pensé que me llevaría aquí. Desde fuera parece un sitio para guiris, pero el helado está realmente bueno. Tal vez un poco caro, pero las vistas lo merecen", sonríe.
A su lado, Erick Bauer, alemán, representa el típico cliente de la heladería Arlequino: un turista de paso que, después de disfrutar del templo barcelonés, saborea un enorme helado: "Hoy no tenían avellana, mi gusto favorito y le pedí consejo a las dependientas. Terminé tomando un helado de matcha increíble. Y eso que a mi el color verde me despistaba un poco".
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