Así son los acosadores y los acosados en las escuelas

Concentración en Barcelona por el suicidio de Alan, un transexual de 17 años, víctima de acoso escolar

Concentración en Barcelona por el suicidio de Alan, un transexual de 17 años, víctima de acoso escolar / periodico

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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Cuarenta años de escuela en democracia, con un modelo de coeducación que generalizó las aulas mixtas, con la aceptación más o menos mayoritaria de que las orientaciones sexuales son diversas y los jóvenes todavía siguen llamando "marica" al compañero al que quieren humillar y "puta" a la chica a la que quieren desdeñar. “Ambas son las contrafiguras que tienen como referencia los adolescentes en la construcción de su masculinidad y de su feminidad”, afirma el sociólogo Gerard Coll-Planas, profesor de la Universitat de Vic (UVic-UCC) y coordinador de las jornadas sobre “Perspectivas 'trans' en el ámbito educativo”, celebradas el pasado julio.

Para un chaval no hay nada peor que ser tratado de marica. Para ellas, lo más insultante es ser tildadas de putas. Y el ‘bullying’ es, en opinión de Coll-Planas, una expresión de esa fase de construcción de la propia identidad, “una expresión que genera violencia contra el que es diferente”. “No basta con darles una charla o con organizar un taller, entre otras razones, porque su efecto acaba resultando mínimo frente a la cantidad de modelos y de informaciones que reciben estos chicos diariamente”, objeta el sociólogo de la UVic. Se trata, insiste, de un problema más complejo, que no solo se manifiesta en forma de homofobia, “también de xenofobia, de racismo, de intolerancia”. 

El perfil de la víctima de acoso escolar habla de niños (sí, de niños, porque el ‘bullying’ puede empezar ya a los ocho años) con una personalidad débil e insegura, con una baja autoestima –que puede ser consecuencia, por otra parte, del mismo acoso-, que desemboca en fracasos o dificultades escolares, en niveles altos de ansiedad y en una fobia absoluta al colegio. El agresor los elige muchas veces por sus características físicas, porque llevan gafas, porque están gorditos o por su color de pelo. Cualquier rasgo que les haga diferentes del grupo es una excusa.

EL APOYO DEL GRUPO

“El acosador, que suele ser una persona que busca el reconocimiento de los compañeros, aprovecha esas diferencias para caricaturizar a la víctima, ridiculizarla, porque así le es más fácil hacerse con el apoyo del grupo, un grupo que muchas veces no tiene una escala de valores formada”, constata Ferran Barri, psicólogo clínico y psicopedagogo y orientador en un instituto de secundaria. Los agresores, prosigue Barri, “son hábiles manipuladores,  muchas veces chicos con problemas de afectividad en sus familias y que se refuerzan haciendo cosas que les hacen sentirse líderes”.

Dos de cada tres estudiantes que son testigos de un caso de acoso escolar prefieren mirar hacia otro lado y guardar silencio. “Y esa es la primera conducta que hay que modificar”, afirma Ferran Resina, subinspector de los Mossos d’Esquadra y jefe de la unidad central de Proximidad y Atención al Ciudadano de la policía catalana. Resina considera que, igual que en su momento se trabajó para visibilizar la violencia machista y denunciarla, con el ‘bullying’ hay que seguir una estrategia similar. “Quienes han sido testigos de un caso, los denominados espectadores, deben dar un paso adelante”, les anima el policía, responsable de las charlas que desde el 2004 realizan los Mossos en las escuelas. Solo en el último curso asistieron a estas sesiones unas 120.000 personas, entre alumnos, padres y profesores.

Porque el ‘bullying’ (y ahora más con el ‘ciberbullying’ o acoso a través de internet y las redes sociales) no caduca. “Deja secuelas, al menos desde el punto de vista psicológico, que se mantienen durante años”, advierte Ferran Barri. Una de ellas, explica este asociado del Colegio de Psicología de Catalunya, es que el acosador puede seguir siendo una persona que reproduce a lo largo de su vida relaciones de dominio, hasta el punto de poder llegar a ser un maltratador, mientras que la víctima “suele ser una persona con dificultades para relacionarse con los demás, introvertida, porque no ha sabido desarrolla su propio patrón de conducta social”. Esto les convierte, por ejemplo, en personas con problemas, incluso, para encontrar un empleo.