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Padres y maestros logran que la escuela enseñe a programar

CARMEN JANÉ
BARCELONA

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¿Qué aprende la generación digital en clase de tecnología? Según el currículo oficial, a utilizar programas de ofimática y a entender cómo funciona un ordenador o una cámara. ¿Y es eso lo que queremos enseñar a los niños?, se preguntan varios padres y profesores, muchos de ellos profesionales de la informática, la ciencia y la tecnología que ante la dificultad de mover engranajes tan complejos como el currículo educativo han comenzado a organizar clases y talleres para enseñar a sus hijos o alumnos a no ser simples consumidores, sino a producir ellos mismos sus máquinas y programas.

Vailets Hacklab y Codeclubcat son dos de estas iniciativas. Surgidas por separado y unidas por las circunstancias, comprobaron su poder de convocatoria el pasado 17 de mayo en el primer Scratch Day del Ateneu de Fabricació Digital Les Corts, en Barcelona, cuando reunieron a más de 900 padres y niños, y a un centenar de voluntarios, para mostrarles cómo se puede enseñar a programar a través del juego gracias a Scratch, un lenguaje inventado por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) para introducir a los pequeños en el mundo de la programación.

El éxito de la convocatoria y el trabajo de todo el año en sus escuelas, como la Pegaso de la Sagrera o la Tecla Sala de L'Hospitalet, les ha dado impulso para trazar un plan mucho más ambicioso de cara al próximo curso. «Hasta abril no éramos nadie, pero ahora hemos encontrado apoyo en el Ayuntamiento de Barcelona y en otras escuelas y estamos pensando en profesionalizar el tema», explica Marc Florit, uno de los impulsores de Vailets Hacklab.

MODELO BRITÁNICO / En paralelo, y a partir de la iniciativa de unos padres y profesores de Girona, Codeclubcat quiere reproducir en Catalunya el modelo de los Codeclub británicos, centros de voluntarios para difundir la programación en el aula. Ya tiene grupos en Besalú, L'Arboç, Granollers, Terrassa y Tortosa. «Los ingleses nos han cedido materiales para traducir y lo estamos haciendo todo a nivel voluntario», explica Mireia Dosil, profesora de Matemáticas y madre y una de las fundadoras del grupo. «En el Reino Unido tienen otro chip. Aquí cuesta mucho mover cosas, pero vamos consiguiendo algo. Solo necesitamos un sitio donde haya ordenadores como una biblioteca o un centro cívico».

Estas iniciativas son las primeras surgidas de grupos de padres, pero el lenguaje de programación que se utiliza, el Scratch que inventó el MIT de Harvard para enseñar los rudimentos de la programación a los niños, ya tenía una historia en Catalunya. El Citilab de Cornellà comenzó en el 2009 con talleres para introducir este programa inspirados por Jordi Delgado, profesor de la UPC, y por Jordi Vivancos, actualmente responsable de tecnologías de la información en la Conselleria d'Ensenyament.

De allí salieron las primeras jornadas para formación de profesores en Scratch, una variante propia más compleja, el Scratch for Arduino, y una relación que culminó en el primer congreso que hizo el MIT sobre esta materia en Europa, en el 2013. «En el primer encuentro éramos 33. El pasado día 17, en la jornada de formación de Ensenyament para profesores, eran más de 300», explica Jose García Yeste, coordinador de los cursos de programación del Citilab.

EMPUJE EN LAS AULAS / «La programación es lenguaje y ayuda a estructurar el pensamiento lógico y crítico, a plantear y resolver problemas», explica Frank Sabaté, profesor y autor del tutorial más utilizado de Scratch.  «De la misma manera que no hace falta querer ser matemático para aprender matemáticas, ni querer ser escritor para escribir. Si antes hablábamos de lingüística y matemática como habilidades básicas, ahora habrá que incluir la programación», señala Artur Serra, director de innovación del Citilab.

Tanto desde la Conselleria d'Ensenyament como desde el Consorci d'Educació de Barcelona se ve con buenos ojos la aplicación de la robótica y la introducción a la programación en el aula, pero como apoyo para enseñar otras materias. Plantear una asignatura de programación todavía suscita muchas reticencias. «Los profesores tienen miedo y necesitan acompañamiento y formación porque no se ven capaces de manejarse con aquello. Un profesor suele usar mucha tecnología, pero fuera de clase», afirma Sabaté.