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Evolución tecnológica y puestos de trabajo

CARLOS OBESO

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En 1589, el clérigo inglés William Lee inventó una máquina de tejer, aparentemente motivado por el exagerado interés de su amante por el punto de media, un hábito que Lee quería cambiar. La reina Elisabeth I no concedió la patente a su invento: "Quitaría el empleo a mis súbditos más pobres convirtiéndolos en mendigos".

Detrás de la decisión real no estaban los pobres sino los poderosos gremios, temerosos de las consecuencias de la maquinización. Así es el complejo equilibrio entre desarrollo tecnológico y empleo que refleja, en gran medida, las relaciones de poder en la sociedad y en cómo se distribuyen las ganancias y pérdidas de dicho progreso. Es un tema clave en la actual economía globalizada por el avance espectacular de la computarización y la robótica aplicada y su enorme capacidad de sustitución de trabajo humano.

La evolución tecnológica es sorprendente. En el año 2004, F. Levy  y  R.J. Murnace, en The  new división of  labor, sostenían que la conducción de vehículos nunca se podría automatizar  por la imposibilidad de computarizar las percepciones humanas. Seis años más tarde, Google anunciaba sus trabajos para la automatización total del Toyota Prius, una amenaza para los chóferes profesionales. Ahora, en el siglo XXI, el progreso tecnológico se centra en las tareas  cognitivas, en los trabajos que demandan conocimiento.

En un artículo del 2013 los profesores C. Benedikt y M. Osborne cuestionan la predicción de que el trabajo en EEUU va a crecer moderadamente hasta el año 2020. Su argumento es que esa predicción no contempla el impacto que sobre el empleo podrían tener tecnologías todavía en periodo de desarrollo.

Si lo contemplara, el futuro sería menos optimista ya que, en una década o dos, un 67% del empleo actual tiene un riesgo  alto o medio de ser automatizado frente a un  33% de riesgo bajo. Los algoritmos sofisticados permiten que muchas tareas no rutinarias puedan ser automatizadas, mientras que  las ocupaciones que implican percepciones complejas, inteligencia creativa e inteligencia social aún no lo son.

La tecnología no es una fuerza incontrolada. Los estados de California y Nevada están trabajando en cambios legislativos para regular los coches sin conductor. La aplicación de alquiler de coches Uber es combatida por los  gremios del taxi y logran un cierto apoyo de la autoridad pública. El problema no es (solo) la tecnología sino quién gana y quién pierde y el poder para hacerse con la ganancia o para evitar la pérdida.

La capacidad de sustituir trabajo humano por tecnología va a seguir creciendo y pocas ocupaciones se van a librar de la amenaza. Pero no es un camino unívoco tal como se vio en el caso de William Lee y su máquina de tejer. Por cierto, nada sabemos de lo que ocurrió con su amante.