Tindersticks, de vuelta a los orígenes

JUAN FERNÁNDEZ

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Escuchar la música de Tindersticks es una experiencia conmovedora, por el sonido preciosista y delicado que crean, cargado de atmósferas emocionales, y por la estremecedora voz de barítono de su cantante, Stuart Staples, capaz de extraer inauditas sombras sonoras de cuerdas vocales. Pero ver y oír al líder de la banda de Nottingham explicando la gestación de sus canciones resulta no menos epatante. 

Como si dibujara cuadros imaginarios en el aire, Staples agita las manos, lanza un pellizco aquí, traza una ola allá y compone coreografías con los dedos igual que haría un pintor delante de un lienzo mientras explica lo importante que es para él que los arreglos orquestales de todos los temas de sus discos estén en sintonía, pero sin perder en ningún momento la emotividad de cada melodía.

UN TIPO AMABLE

Conociendo su intensa forma de cantar, cualquiera podría pensar que el 'crooner' de las patillas puntiagudas y la voz de trueno es un personaje huraño que conviene atacar con pies de gato. Nada más lejos de la realidad. Detrás de esa imagen adusta y grave hay un tipo amable y encantador de sonrisa permanente y carcajada fácil que hace comentarios sobre su vida doméstica mientras da cuenta de la pasión con la que vive su profesión. 

Se le ve feliz y radiante como un niño con zapatos nuevos. En su caso, el tesoro que guarda bajo el brazo se llama 'The waiting room', el próximo disco del grupo, que sale a la venta el 22 de enero y llega cargado de motivos variados para la celebración. 

El primero, su mera existencia: “Después de los cambios que ha habido en la banda en los últimos 10 años, creo que los tres álbumes anteriores han sido un proceso de ajuste y maduración para llegar hasta aquí. La sensación que tenemos con este nuevo disco es de renacimiento, de regreso al origen. Tras muchas vueltas y pruebas, hemos encontrado el sonido que queríamos hacer. Estamos ante nuestro trabajo más completo y ambicioso. A mis 50 años recién cumplidos, es como para estar contento”, dice sonriente.

24 años y 10 álbumes de estudio después de su debut, que un grupo tan personal como Tindersticks haya sobrevivido produciendo música con el mismo nivel de exigencia y pulcritud de sus inicios debe ser anotado en la categoría de milagro. “Gustar al público masivo tampoco estuvo nunca entre nuestras prioridades”, responde Staples cuando se le recuerda su condición de grupo de culto, tan alabado por la crítica musical como circunscrita a los paladares más exquisitos. 

Hacerse acompañar por violines, carrillones, vibráfonos y fagots en sus conciertos no resultaba lo más cómodo, pero ser una banda de pop de cámara con simpatías hacia el soul y el jazz, y mantener la experimentación como brújula y 'leit motiv', han sido condiciones a las que ni él ni David Boutler, ni Neil Fraser, los tres miembros del combo original que continúan juntos, han querido renunciar jamás. 

En el camino, tres músicos abandonaron el grupo y llegaron otros dos –Earl Harvin y Dan McKinna–, y Straples se lanzó a probar suerte con varios trabajos en solitario en el  2005 y el 2006, pero el alma mater de esta extraña aventura musical llamada Tindersticks encuentra conexiones entre su forma de afrontar su oficio ahora y en sus inicios.

"La música solo tiene sentido para mí si es una búsqueda, un descubrimiento"

“Cuando empezamos, todo era nuevo para nosotros, no sabíamos el terreno que pisábamos. Experimentar en ese momento es fácil, porque hacíamos música desde la inconsciencia. Pero después, la música acabó convirtiéndose en nuestra vida, nuestro oficio. Con este disco hemos recuperado aquella actitud del principio. La música solo tiene sentido para mí si es una búsqueda y un descubrimiento. En las letras puedo hablar de los temas más dolorosos de la vida, pero nunca abandono ese espíritu de aventura”, confiesa. 

La música de Tindersticks ha sido calificada de hipnótica y emocional, destinada a hurgar el estado de ánimo del oyente sin perderse en circunloquios ni disimulos. Staples acepta esa visión balsámica, incluso medicinal, de su trabajo. “A veces miro a mi alrededor y pienso que en mi vida hay demasiada realidad. Me resisto a que esto sea así, porque sé que si lo acepto, dejaré de crear. Cuando ocurrieron los atentados de París le di muchas vueltas a esta idea. Me sentí horrorizado, pero me dije: ‘No puedo permitir que esto me anule’. Mi solución está en el arte, en la música. Para mí es una suerte poder dedicarme a esta edad a un oficio que tiene como meta hacerle sentir algo bello a la gente”, declara. 

ACTITUD DE ORFEBRE

Con esa actitud y la dedicación de un orfebre, Staples y sus compinches llevan tres años pergeñando los once temas de 'The waiting room', casi desde que terminaron su disco anterior. El músico explica la creación de sus canciones como si describiera un proceso de decantación. “Me gusta trabajar con tiempo. A veces tengo una melodía en la cabeza y la dejo que madure en ella durante meses antes de sentarme a buscarle letra o llevarla al estudio de grabación. Esta vez partíamos de una veintena de proyectos que acabaron resumidos en estos 11 temas. Podrían haber sido otros, pero al final son las canciones las que te dicen si están lista para salir, o no, y cómo quieren hacerlo”, relata. 

Del álbum ya se han dado a conocer dos temas en los que Staples comparte micrófono con sendas voces femeninas invitadas. En 'We are dreamers', más que cantar, declama compungidas letanías junto a Jehnny Beth, la intérprete de Savages. 

'Hey Lucinda', el otro corte extraído como adelanto, encierra una historia que aún le corta la respiración. La grabó en la Navidad del 2009 junto a su gran amiga Lhasa De Sela pocas semanas antes de que ella falleciera de cáncer a los 37 años. “He estado cuatro años sin poder oír su voz; se me encogía el corazón al escucharla. Cuando superé ese dolor, me di cuenta de que aquel momento tan hermoso que habíamos vivido juntos cantando la canción debía compartirlo con el público. Sé que a ella le haría feliz saber que el tema está incluido en el disco”, cuenta. 

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La mayor novedad de 'The waiting room' no se escucha, sino que se ve. El álbum viene acompañado de una colección de videoclips, cada uno por tema, firmados por 11 cineastas a los que Staples conoció cuando le invitaron a formar parte del jurado del Festival de Cortometrajes de Clermont-Ferrand.

“Descubrí un mundo maravilloso. Me sorprendió la creatividad y la energía que tiene la gente del cine, y también lo emocionantes que podían llegar a ser los cortometrajes, algo que no imaginaba”, recuerda. 

Impactado por el poder de la imagen y con la sospecha de que su música podía tener una interesante lectura visual más allá de la sonora, a principios del año pasado, cuando la banda ya había seleccionado las canciones que formarían parte del álbum, contactó con un grupo de realizadores –entre ellos Christoph Girardet, Pierre Vinour, Claire Denis, Rosie Pedlow, Joe King, Gregorio Graziosi, Richard Dumas y Gabriel Sanna– y les invitó a crear cortos a partir de esos temas. “No quería que describieran en imágenes lo que contaban las canciones, sino que se inspiraran en ellas para que hicieran lo que quisieran”, anota. 

Staples se declara encantado con el resultado de esa suerte de película de cortometrajes que forman todos los videoclips juntos, aunque esta no es la primera vez que su música coquetea con el cine: en el pasado ya puso banda sonora a las creaciones de su amiga la directora Claire Denis. ¿Estará pensándose cambiar de registro? “He descubierto lo excitante que es explorar visualmente la música, pero no me veo como compositor de cine. Ese género exige una destreza que no tengo, y me obligaría a adaptarme al criterio del director. Prefiero la libertad de seguir buscando la emoción de la gente a mi aire”, advierte. 

Habrá ocasión de comprobarlo el 14 de abril en el Auditori de Barcelona, el 15 en Gijón y el 16 en San Sebastián.

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