Viggo Mortensen: "Estoy dejando de ser famoso, y me encanta"

Viggo mortensen

Viggo mortensen / periodico

NANDO SALVÀ

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Ir por ahí hablando de la edad de la gente está feo, pero de la de Viggo Mortensen hacerlo es inevitable. ¿Cómo se las ha arreglado para estar a punto de cumplir 57 años luciendo ese aspecto? Por supuesto, tiene el tipo de rasgos escandinavos –por parte de padre– que soportan bien el paso del tiempo: pómulos afilados, ojos verdosos, mentón cincelado. Pero quizá su secreto tenga más que ver con su negativa a acomodarse en los laureles y echar barriga. Tras protagonizar como Aragorn la tercera entrega de 'El señor de los anillos' hace ya 12 años, tuvo la oportunidad de seguir interpretando a héroes de multicine. Habría sido fácil, y desde luego rentable.

En cambio, él apostó por otros papeles. Dio vida a un asesino de incógnito en 'Una historia de violencia' (2005). Fue un gánster ruso en 'Promesas del Este' (2007). Fue uno de los últimos hombres de la Tierra en 'The road' (La carretera) (2009). E hizo de Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, en 'Un método peligroso' (2011). Todos esos personajes son hombres que se resisten a lo establecido, tipos que esquivan el camino que el destino les tiene reservado. Igual que el que interpreta ahora en 'Lejos de los hombres', que se estrena el próximo viernes. Ahí interpreta a un antiguo soldado del Ejército francés reconvertido en maestro de escuela en la Argelia rural de 1954. Un hombre que acepta a regañadientes llevar a un prisionero acusado de asesinato, Mohamed, a través de las montañas para que sea juzgado. Ambos quedan atrapados en un paisaje traicionero y en el principio de una guerra de independencia. En ese contexto, se crearán unos vínculos tan improbables como férreos.

¿De dónde le viene ese acercamiento a los personajes situados en los márgenes?

Probablemente tenga algo que ver con cómo soy yo como persona. Me gusta la gente un poco distinta, las personas que piensan por sí mismas. Además, ¿qué otra cosa podría hacer? ¿Películas en las que soy un héroe y tengo una novia de 20 años? Eso no es real. Los seres humanos reales no son héroes. En cambio, están en los márgenes, o están desesperados.

Su personaje en 'Lejos de los hombres', tiene algo de marginal, de desesperado y de heroico. ¿Es eso lo que le atrajo?

Lo que me sedujo es que es una historia escrita por Albert Camus [la cinta se basa en el primer relato del novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés: 'El extranjero', publicado en 1942], que es un hombre justo cuyo pensamiento siempre he admirado. Él decía: "No tiene sentido esperar al juicio final porque tiene lugar a diario". Es decir, nuestras vidas se basan en la toma de decisiones morales. Mi personaje, Daru, vendría a ser un álter ego de Albert Camus: es un hombre que se esfuerza por tomar decisiones correctas todos los días.

Esta es la historia de dos hombres de culturas distintas que estrechan lazos en medio de la guerra. ¿Confía en que sirva de ejemplo?

Ojalá. Cuando rodábamos la película pensaba en Palestina, en Siria, en Irak... En Occidente tenemos una imagen muy maniquea de los musulmanes y nos dejamos influenciar por una mentalidad basada en la oposición entre nosotros y ellos que resulta tóxica. Todos esos lugares están habitados en su mayoría por gente que no quiere participar ni de la política ni de la violencia, pero se hallan atrapados, por eso huyen. Es importante recordar a la gente que es posible superar esos prejuicios que ni siquiera sabíamos que tenemos.

¿Cree, como opina mucha gente, que nuestro mundo está cerca del abismo?

Se ha estado prediciendo el fin del mundo desde el principio de los tiempos. En lugar de entrar en pánico, paralizarnos y parapetarnos en nuestra posición deberíamos mirar los problemas de cara. El cambio, insisto, empieza con un apretón de manos o compartiendo un almuerzo.

Sus palabras son un canto a la unión entre culturas, y tiene sentido: nació en Nueva York, creció en Argentina y procede de una familia danesa.

Y tuve una infancia itinerante. Eso es importante también, porque te hace adoptar posiciones y puntos de vista distintos. Diría que es un gran antídoto contra la intolerancia. Es poco probable que un presidente, o un primer ministro, nos convenza de la necesidad de bombardear una ciudad si hemos estado allí antes y hemos conocido a sus habitantes, a la gente que toma el autobús, a los niños que van a la escuela...

¿No le resulta frustrante tener que predicar algo tan obvio?

¡Ojo!, yo no predico. Hay que ser muy arrogante para ir por la vida dando lecciones. Y sí, las cosas que digo son obvias, pero aun así parece que no las entendemos.

¿Por qué?

Porque preferimos distraernos con nuestro móvil que pensar en los problemas, aunque los problemas acaban viniéndote a buscar. Mire, la vida es corta y con el tiempo perdemos nuestra capacidad de viajar y experimentar. Más vale que la usemos de forma útil. Yo respeto a la gente que se entretiene mirando la tele o en Facebook o Instagram, pero yo prefiero leer libros.

Veo que reniega de las redes sociales.

Tampoco soy de los que creen que encarnan el fin de la civilización. Como todo, depende de cómo se usen. En todo caso, no entiendo esa necesidad de estar permanentemente conectados. A mí me gusta la soledad. A menudo la necesito. Durante los rodajes, a la hora del almuerzo, me voy por mi cuenta, con mis propios pensamientos. Eso me prepara para enfrentarme luego a la gente, algo que no siempre me resulta fácil.

¿Tiene miedo a la muerte?

Siempre he sido muy consciente de nuestra condición finita, desde niño. Y no le tenía miedo a la muerte, sino más bien un cierto odio. Ahora estoy más resignado. Todos seremos seres decrépitos al final, así son las cosas. Puedes lloriquear al respecto o ponerte furioso, pero es inútil. Por eso insisto en que lo mejor es que exprimamos nuestras oportunidades al máximo.

No le debió de resultar fácil gestionar la fama que le proporcionó su personaje de 'El señor de los anillos'.

Fue estupendo que el público apreciara mi trabajo, pero fue duro comprobar que mi rostro estaba en todas partes. Caminas por la calle en cualquier ciudad del mundo y la gente te observa. O empieza a hablar contigo convencida de que te conocen a ti mejor que a su propia familia. Es algo muy raro. Lo mejor es no enamorarse de ello, porque tarde o temprano desaparece. Ya no soy tan famoso como hace 10 años. Estoy dejando de serlo, y me encanta.

Le propusieron en su día interpretar a superhéroes como Superman o Lobezno. ¿Llegó a considerar esas ofertas?

Puede parecer que evito ese tipo de películas a toda costa y no es así. Lo que pasa es que soy un hombre de palabra. En varias ocasiones me comprometí a participar en películas pequeñas que luego tardaron mucho tiempo en obtener financiación. Mientras eso sucedía, me ofrecieron papeles en películas grandes. Otro actor quizás habría agarrado el cheque y dado plantón al proyecto pequeño. Pero yo no. Además, quiero ser capaz de revisar mi filmografía dentro de 20 años y estar orgulloso de las películas que hice. El problema es que el 90% del cine que se hace en América es muy malo.

¿Rechazó inicialmente 'El señor de los anillos'?

Sí, acababa de volver de un viaje muy largo y no tenía tiempo para preparar el papel. Pero mi hijo me oyó hablando por teléfono y me tomó por loco. Me dijo: "Aragorn se convierte en rey, papá. ¡Tienes que interpretarlo!". Suerte que le hice caso. Fue una gran experiencia, y además el éxito de la trilogía me permitió trabajar con otros directores y ganar el dinero que he invertido en Perceval Press, mi empresa editorial.

¿Por qué le puso ese nombre?

Por un episodio de la leyenda del rey Arturo que me llamó la atención. Cuando Perceval y sus compañeros caballeros de la mesa redonda entran en el bosque, deciden que cada uno tomará su camino. Simbólicamente, cada persona, cada artista, debe encontrar su propio camino. Yo disfruto muchísimo ayudando a otros artistas a hacerlo. De hecho, es mucho más fácil ayudar a otro artista a editar sus fotografías o poemas que tomar las decisiones adecuadas para ti mismo. Es como cuando eres el mejor consejero amoroso para tus amigos y, a la vez, un desastre en tus propias relaciones.

¿Qué criterios sigue para escoger a los artistas y las obras que edita?

Simplemente me pregunto si son interesantes. No sigo ningún criterio ideológico. No tendré ningún reparo a la hora de publicar poemas de extrema derecha, aunque no comparta esa ideología, si me parece que están bien escritos. Porque con mi trabajo no pretendo decir lo que pienso, sino hacer preguntas y dar a la audiencia la oportunidad de hacérselas. A lo largo de mi carrera me han llamado antisemita cuando critiqué a Israel. Me insultaron cuando me opuse a la invasión de Irak. Me han llamado de todo, y no pasa nada. Que digan lo que quieran.

¿Dejaría la interpretación por la edición?

A decir verdad, nunca me he sentido cómodo frente a la cámara, y cada cierto tiempo pienso en dedicarme a otra cosa. Desde el principio, actuar me ha parecido algo embarazoso, de manera que trataba de convencerme de que era algo temporal. Pero, bueno, así llevo 30 años.