Le sacamos los colores a Albert Espinosa

Tras ver traducido a 40 idiomas 'El mundo amarillo' y ganar un Emmy con 'Pulseras rojas', el escritor y director cierra su trilogía de colores con el libro 'El mundo azul'

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ANA SÁNCHEZ / Barcelona

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Lleva siempre en la cartera su pulsera roja de hospital. “Me trae suerte”, dice. Recibe 6.000 mails al día y acumula 7.000 pinochos. Los colecciona desde que le regalaron uno y se le rompió la misma pierna que le iban a cortar.

Albert Espinosa ha transformado sus diez años con cáncer en una experiencia 'best-seller'. Sus libros están en 42 idiomas y ha vendido 1.500.000. La serie 'Pulseras rojas' ganó un Emmy, se ve en 23 países y tiene siete versiones autóctonas, incluida una de Spielberg.

El escritor cierra ahora una trilogía de colores: después de 'El mundo amarillo' y 'Pulseras rojas', publica 'El mundo azul. Ama tu caos'. Novela basada en hechos hospitalarios, aunque esta vez la mayor parte pasa al aire libre. Moraleja espinosiana: la muerte, en positivo. “Son pequeños principitos”, resume. “Habla de que 4 o 5 personas pueden cambiar el mundo. Creo que lo de menos es que estén enfermas”. El escritor y director de cine prevé rodarla a finales de año. “Estoy a punto de cerrar con una productora”. 

Así que hay que aprender una nueva palabra-mantra: caos. “Es aquello que te hace único. Lo que la gente quiere que cambies”. Hay que aceptar el caos, propone él, y agrandarlo. 

Albert Espinosa. 41 años. Su caos: “Me encanta poner una canción 800 veces”, empieza a enumerar. “Mi caos es también que me falte la pierna, el pulmón, un trozo de hígado. O amar las historias de hospitales”. 

Hombre hiperactivo. Es escritor, director, ingeniero industrial y, desde hace tres meses, “iniciador de trompeta”, añade. “Cuando te quitan un pulmón, te dicen que puedes hacer de todo menos tocar la trompeta y nadar”. Él nada 40 minutos cada día. “Amo intentar imposibles”, dice. La frase-estribillo de su nuevo libro es: “Arriésgate. Esa es siempre la respuesta”.

Es adicto a las listas, a las preguntas, a los puntos suspensivos. “Una chica muy simpática me envió el número de puntos suspensivos que había en mi anterior libro. Y superaban los 1.200”. Así que los ha dejado. “Hay gente que deja la bebida. Yo he dejado los puntos suspensivos”, se ríe. Pero sigue hablando con puntos suspensivos. Responde como si bajo la lengua tuviera un libro de autoayuda y pone ese tono que usan los magos justo antes del abracadabra. Y se carcajea igual que Alf. Con la excusa de su colorida trilogía, le intentamos sacar el resto de colores: de los marrones a su media naranja.

Las ha pasado MORADAS.

Sí. Fueron diez años intensos.

Con cáncer.

Con cáncer. Fue una enfermedad coral: mi familia, mis hermanos, todos pasamos por el cáncer. Pasarlas moradas muchas veces, más que una operación en concreto, son momentos como de [se lo piensa] aceptar cosas. Aceptar pérdidas importantes. Esos fueron los momentos más... más complicados.

¿El momento más morado?

El día que me dijeron que me cortaban la pierna, porque no me lo esperaba. No me lo esperaba para nada. Estaba ya medio curado, y fui a urgencias porque se me había inflado un poco. Piensas que te quitarán la sal en los alimentos y te dicen… Creo que la pregunta fue: “¿Antes o después de Semana Santa?”. Y yo le pregunté a mi médico: “¿Antes o después de Semana Santa qué?”. “Antes o después de Semana Santa te cortamos la pierna”. Y fue así como me enteré. Siempre que llega la Semana Santa, pienso: “¿Antes o después?” [sonríe].

¿Fue antes o después?

Fue después. El día de Sant Jordi. 

¿Y cómo se acepta eso?

Hay un proceso. La fiesta de despedida de la pierna, la familia... Lo complicado es el día mismo y pensar en la gente a la que se lo has de comunicar.

¿Sí?

Claro, porque se lo has de decir a la gente [se ríe]. No existe otra manera que llamarlos y contárselo. Si hubiera tenido Whatsapp, a lo mejor hubiera hecho un grupo: 'Me cortan la pierna después de Semana Santa'.

¿El sarcasmo ayuda?

Al final es lo que te ayuda. Cuando me dicen que vaya a ver a un niño enfermo, pregunto cuánto tiempo lleva. Si no lleva un mes en el hospital, no voy. Necesitas un mes de duelo, de tristeza.

¿Usted ya ha pasado todo el duelo?

La vida te depara mucho dolor y mucha felicidad. Yo estoy preparado para todo. Siempre digo que la frase de “cuando crees que conoces todas las respuestas, llega el universo y te cambia todas las preguntas” forma parte de lo que soy.

¿Cómo evita uno convertirse en un hombre GRIS?

Aceptando riesgos. “Arriésgate” siempre es la respuesta. Cuando empecé a escribir, la de gente que me dijo que no me podría dedicar a esto. Fue jodido. Durante dos años y medio envié cartas a todas las editoriales, productoras. Nadie dijo que sí. Dos años tardé en conseguir mi primer trabajo de guionista.

¿Trabaja como un NEGRO?

Sí, pero me gusta. Para mí no es trabajo. Es quizá el problema que tengo en mi vida [se ríe].

¿La fórmula del éxito?

Siempre recuerdo lo que dice Stephen King: has de estar en el mejor lugar de casa, con el ordenador que más te guste y sentado cómodamente para escribir la mejor historia, porque luego quieres que el público esté en el mejor sofá de su casa leyendo con la mejor luz. Entonces se crea una comunicación perfecta. Yo me mato en buscar lugares. Como escribo los libros a mano...

¿Escribe los libros a mano?

Es lo único que escribo a mano. Busco la libreta perfecta, los bolígrafos, una música, un lugar [escribió el libro en Isquia y Lanzarote]. Para que funcionen las cosas, tienes que tardar en escribirlas.

¿Qué hay que hacer para ponerle ROJO?

Ahhhh. A mí la ternura me... [sonríe]. Cuando alguien me dice algo muy tierno o me cuenta una historia muy tierna, me saca los colores. Para mí ponerse rojo no es de vergüenza, es de emoción.

No es vergonzoso.

No. Quizá los premios sean lo único que puede darme vergüenza, más que nada porque nunca sabes a quién dedicárselos. Yo durante años se los he dedicado a mi pierna. 

Que está en el cementerio.

Sí. Y pienso qué parte le debo a ella. Y me parece una dedicatoria entre la familia y el trabajo [se ríe]. ¿Cosas que me produzcan vergüenza? No. Cuando te pasan tantas cosas...

Una señora le llegó a decir por la calle que perdía aceite.

La gente me dice: “Tienes muy buenos chistes de la pierna”. Claro, es que cada día voy con ella.

¿El último?

Más que chiste… En Italia, estaba nadando en una piscina y me vino un niño. Me dijo: “Tú eres como Leo, de Braccialetti rossi”. Ahora resulta que no es que Leo sea como yo, sino que yo soy como un personaje. Es bonito que cambie la imagen de un niño de 10 años sobre una persona a la que le falta la pierna.

Sigue notando el dedo gordo del pie que le amputaron.

Sí, sí, el pulgar lo noto siempre. Pero es un fantasma pequeñito. Hay gente que nota la pierna. A mí me gusta que esté. Lo toco.

Después de diez años con cáncer, dice que es un tipo con suerte. Es que lo pienso. Parte de la historia por la que soy más conocido, que es Pulseras rojas, nació allí. Es mi vida de pequeño.

¿Ve la vida color de ROSA?

Ahhhh [se ríe]. Tampoco creo que vea la vida de color de rosa. 

Le llaman el “Mesías del positivismo”.

Siempre me ha parecido divertido, porque hablo de muerte, de dolor, de cáncer, mato niños… [se ríe]. Yo creo que veo la vida de colores diferentes. Veo la vida entre azul y amarillo.

¿Por qué?

Porque para mí el rosa es el azul y el amarillo. Son mis colores positivos.

El rojo también le ha dado suerte.

Sí, una mezcla de los tres. Un poco semáforo.

Pues usted no es de parar.

Estuve tan cerca de la muerte que me gusta aprovechar cada instante. Ahora he estado seis meses de vacaciones y ha sido interesante. No había tenido en 15 años.

Ha estado de promoción.

Sí [se ríe]. Pero no escribiendo. Descansar. Ordenar. 

¿Se ha ordenado?

He ordenado cosas desde... [se ríe]. No tenía seguro de la casa.

¿De verdad?

Sí [se ríe]. Hay cosas muy del día a día de las que me olvido. Tuve un amigo al que se le quemó la casa y me pregunté: “¿Y si se quema la mía?”. 

Y se fue a hacer el seguro.

Me fui a hacer un seguro y el hombre me quiso asegurar contra otro posible cáncer. Nunca había pensado que había un seguro por si te vuelves a poner enfermo, porque es casi como una ruleta. A mí, que me encanta jugar a la ruleta, y soy mucho del 17 y del 19.

¿Juega a la ruleta?

Mi padre jugaba mucho al póquer, rozaría al jugador profesional, y me enseñó a jugar. Yo amo el juego. Estudio la ruleta, como ingeniero, y sé más o menos hacia qué lado va. Pero para eso tienes que conseguir distraer al señor que tira la bola para que entre en la misma cadencia.

¿Y qué tienen el 17 y el 19?

El 17 y el 19 son los números que siempre salen. Si la gente quiere ganar, tiene que jugar al cuadro 16-19. Es un juego bonito. Pero el seguro de un posible cáncer no me pareció bonito. Porque [suelta una carcajada] ¿tienes el cáncer y ganas dinero? No me gusta la idea.

¿Tiene miedo de volverse a poner enfermo?

No. No. Porque lo que te enseñan en el hospital es que siempre te puedes volver a poner enfermo. No me parece que estar enfermo sea algo triste, ni algo que te rompe la vida. Al revés, creo que te da muchas oportunidades.

Pero después de curarse…

Al final todos moriremos, todos nos pondremos enfermos. Forma parte de la vida. Cuando te pones enfermo antes, te curas antes. Tener miedo a la enfermedad es como tener miedo a las cosas buenas. Y si vuelve a pasar, volveré a luchar. Y si no, lucharé en otras cosas. No es algo que tema. 

¿Y a qué teme?

Por ejemplo, a no poder nadar. Es una obsesión. Si no nado cada día 40 minutos, es como si me faltara algo.

¿Por qué?

Me quito la pierna. Es como una libertad. Libertad. Hay gente a la que le gusta ver la tele, o necesita leer antes de dormir. Yo necesito nadar. 

Cree en la suerte, en las casualidades y en la ternura.

Totalmente.

Hay muchas casualidades en su vida. ¿Hay que creer en ellas para verlas?

A quien le cuentes que perdiste la pierna el 23 de abril y luego has ganado dos números 1 de Sant Jordi un 23 de abril... Pienso que las casualidades están para algo.

¿Ha pillado a alguien poniéndole VERDE?

Sí, sí, sí. Es normal. A la gente le encanta buscar etiquetas. A mí me dicen: “Siempre cuentas la misma historia del cáncer”. Y pienso: “He estado 10 años luchando contra esto”. En el Twitter, cada dos por tres la gente te puede odiar. 

¿Eso le afecta?

A mí me parece bonito. 

¿Ve como es el Mesías del positivismo?

Nooo, despertar sentimientos es genial.

¿Aunque le odien?

Claro. Un tío que me odiaba me dijo: “Tú eres el que le ha sacado más partido a una pierna desde Messi”. Y yo le escribí: “Esto es muy bueno, me lo quedo”. Pienso que del odio ha nacido un chiste increíble y ahora es mío.

Algún día flojo pensará: “Menudo imbécil”.

No, porque eso es que te tomas demasiado en serio a ti. Y yo no me tomo excesivamente en serio.

¿Qué le pone NEGRO?

Las normas. Yo he acabado en dos calabozos de dos aeropuertos.

¿Por qué?

Una, porque había una señora preciosa, magnífica, con una bola de nieve de cristal para su nieto. Iba en silla de ruedas. El segurata le dijo que aquella bola tenía más líquido dentro que los 100 mililitros permitidos. No entiendo que no pueda saltarse una norma cuando no tiene sentido.

Y terminó en el calabozo.

[Asiente] Era en Portugal. El hombre me dijo muy amablemente que si volvía a meterme en un asunto que no me incumbía acabaría en el calabozo. Y yo le dije que ojalá algún día tuviera él la gran suerte de tener a alguien a quien querer y comprarle un regalo precioso y que un hijo de puta le… 

¿Le llamó hijo de puta?

Sí. 

Y le llevó al calabozo.

Sí. Pasaron cosas buenas también [se ríe]. Estábamos encerradas cuatro personas por cosas absurdas de normas.

¿Y la segunda vez?

Fue en Boston. Siempre que me preguntan sobre la pierna, si lo hacen de mal modo, yo les digo que me cuenten algo.

¿Una intimidad?

Sí. Y en Boston no me lo preguntó bien. No me dijo: “¿Qué te pasa?”, sino algo como: “Enséñame la pierna ahora mismo” o “bájate los pantalones”. Y yo le dije: “Bueno, bueno, si vamos a tener esta intimidad, cuéntame algo tú. ¿Tu mujer se acuesta con alguien?”. El respeto, en la seguridad, se olvida muchas veces. Yo protesto, lucho [se ríe], soy bastante heavy. Podría llegar a la violencia, sí, sí.

¿Algún puñetazo a la pared?

En Turín hace poco sí que rompí un cristal. Me pareció muy triste: a un niño de 7 años en silla de ruedas ¿le dicen que no puede entrar en un museo porque le falta un papel? A mí me subleva cuando desaparece la persona y solo hay normas.

¿Cuál ha sido su peor MARRÓN?

Más que marrón, cuando hay equívocos con personas que no se pueden solucionar. Creo que es lo que más duele. Perder amistades.

¿Ha perdido muchas?

No, pero creo que las amistades son ciclos en la vida. Hay veces que has de soltar lastre y has de soltar personas también. Porque no te ayudan a crecer.

¿Se arrepiente de algo?

Lo único de lo que me arrepentiría es de... de cuando perdí a [Antonio] Mercero como amigo de alguna manera. Está luchando con el alzhéimer, pero no te recuerda. Es una de las personas más importantes de mi vida. Y piensas: “Me hubiera gustado haber quedado más con él”. Cuando pienso en alguien que lucha es en él. Y su mujer. Esta sociedad olvida a la gente que cuida a la gente.

¿Tiene alguna anécdota digna de la prensa ROSA?

Estuve en dos hoteles de Italia (en Nápoles y Roma) y en un ascensor me encontré a Albano y, en el otro, a Romina. Y llevaban un borsalino los dos [se ríe].

¿Cree en los príncipes AZULES?

Mmmm. No, porque creo que no has de idealizar nada en la vida.

¿Y tiene algo de príncipe azul?

Yo creo que no [carcajada]. 

¿Ha vivido algún capítulo de cuento de hadas?

No. No. Vivo el amor con una intensidad diferente. No lo veo tan cuento de hadas.

Da la impresión de ser intenso.

Intenso, sí. Pero el cuento de hadas creo que es como fantasioso. Me gusta ser más realista.

¿Ha comido perdices?

Nunca. Nunca he comido perdices.

¿Y en qué cree?

Yo creo en la gente buena. Mi religión es la gente buena. Cuando encuentro a alguien que es bueno, bueno, pienso que el mundo tiene sentido. La honradez de la gente buena no se puede fingir.

¿Ha encontrado a su media NARANJA?

Más interesante que encontrar a tu media naranja es encontrar algo que no se acople tan bien.

¿Sí?

Yo creo que esta idea de la media naranja es equivocada. Creo que las mejores parejas son las que menos se acoplan. Lo interesante es un chico y una chica que sean muy diferentes. 

¿Ahora está acoplado?, ¿desacoplado?

Estoy acoplándome y desacoplándome, sí, sí [sonríe]. Es un periodo interesante.

¿Qué es el amor?

El amor es [se lo piensa] compartir cine con alguien. Cuando compartes una buena película con alguien y estás a gusto.

Incluidos los fundidos a negro.

[Carcajada] ¿Con cuánta gente ves cine disfrutando? Yo creo que ahí está el amor.

Le pone AMARILLO el aire acondicionado.

Ay, sí. 

Es su kriptonita.

Es mi kriptonita. Me pone verde y todo, porque me quedo mareado. Y me pone furioso. Morado, sería [se ríe].

Es lo que le saca los colores.

Lo que me saca los colores es el aire acondicionado. Cuando no tienes un pulmón te pasa esto. Uno de mis mejores momentos fue en un cine en el que daban la película '10.000 A.C'., que pasa en invierno. Y vivíamos ese invierno allí. Fui a buscar al hombre de la cadena de cines. Miró a todo el mundo, todos con chaquetas, y dijo: “No hace frío”. Y grité: “¿Quién tiene frío? Que levante la mano”. Y levantó la mano un 90%. Fue mi mejor momento creo que de la vida [se ríe], porque conseguimos quitar el aire.

¿Su sueño DORADO?

Estaría entre rodar 'El mundo azul' y mis dos sobrinas [tienen 3 años], que me tienen muy loco. Intento enseñarles cosas diferentes. La pierna enseguida se la enseñé. Como hay una cosa que parece un tapón de champán, a veces me traen tapones para la pierna. Porque piensan: “Mira, recambios”.

[Maquillaje: Jordi Justribó para Cazcarra con productos Ten Image. Ayudante de maquillaje:  Marta Martínez Sáez para Cazcarra]