Quim Gutiérrez: "El Goya no viene con un pan debajo del brazo"

Quim Gutiérrez, protagonista de 'Los últimos días'.

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Con apenas 12 años, Quim Gutiérrez (Barcelona, 1980) ya tenía el camino señalado. Actor infantil en la primera telenovela catalana, 'Poblenou', de TV3 (que más tarde emitió Antena 3 como 'Los mejores años'), lo de jugar a ser otro es algo que se le da bien. Aunque él tuvo sus dudas e incluso hizo un parón de unos años para estudiar Humanidades. El decisivo encuentro con el joven director Daniel Sánchez Arévalo, que le dirigió en 'Azuloscurocasinegro' (2006), ayudó a disipar muchas dudas.

Esta pequeña y emotiva producción se hizo con tres goyas, incluido el de mejor actor revelación para Quim, y recondujo su carrera hacia nuevos derroteros. Hacia proyectos que le han permitido desplegar una amplia gama de recursos y abordar personajes muy diferentes. Desde el cómico desternillante de 'Primos' (2011), también rodada a las órdenes de Sánchez Arévalo, al agobio de <strong>'Los últimos días'</strong>, la película dirigida por los hermanos <strong>Àlex y David Pastor</strong>, que se estrena el próximo miércoles, donde Gutiérrez comparte protagonismo con José Coronado y Marta Etura y se enfrenta a un virus de agorafobia que ha diezmado y convertido a Barcelona en una ciudad inhóspita, desierta y peligrosa.

Tras rodar, entre otras, 'Sangre de Mayo' (2008), de José Luis Garci, 'Una hora más en Canarias' (2010), de David Serrano, y el drama 'Todo es silencio' (2012), de José Luis Cuerda, Quim Gutiérrez ultima estos días en Sevilla el rodaje de '¿Quién mató a Bambi?', de Santi Amodeo y espera los estrenos de 'Tres bodas de más', de Javier Ruiz Caldera, y 'La gran familia española', que ha rodado a las órdenes de su amigo Sánchez Arévalo. Su carrera, reputación y credibilidad van en ascenso. Y lo sabe.

¿Está contento con su carrera?

Muchísimo, aunque debo confesar que tengo una relación anómala con este trabajo, quizá porque en mi familia nadie pertenece a este mundo. Ha habido altibajos. Me vino la crisis de los 30 a los 28 y me planteé dejarlo, tirar para otro lado. Necesito trabajar en algo que sea interesante para mí y sentía que me ofrecían pocas cosas y las que me ofrecían no me gustaban. Yo no podría hacer esto como un trabajo mecánico, estaría descontento y sería infeliz. Creo también en la reformulación constante, en preguntarte siempre si lo que escoges te compensa. Es una forma de mantenerte contento, activo y creativo.

¿Haber ganado el Goya le abrió puertas?

Te sitúa en el mapa. Ganarlo significa que son muchos los académicos que han visto tu trabajo y te otorgan su reconocimiento. Pero creo que es moderada la correlación existente entre ganarlo y conseguir mucho trabajo. El Goya no viene con un pan debajo del brazo.

Lo cierto es que ahora no le falta trabajo. ¿No es cierto?

Lo sé y lo valoro. Lo que ocurre es que me crea sensaciones desiguales. Sería tonto no celebrar que me va bien, pero intento hacerlo en la intimidad, modero mucho mi discurso de alegría por respeto y por prudencia. Hay gente en esta profesión que no tiene tanta suerte y eso me crea una sensación extraña. A mí ahora me va bien, pero intento no olvidar los momentos aquellos del ¡ay, ay, ay! cuando no me iba tan bien. Lo importante es saber siempre que esto es así, que es fluctuante.

'Los últimos días', una película apocalíptica que se desarrolla en Barcelona, parece una propuesta que se acerca a los arquetipos del cine de Hollywood.

No es una película de arquetipos americanos. Es una película de género que cuenta la historia de dos personas reales y bastante comunes. Mi personaje es un programador informático que se encuentra en unas circunstancias en las que su dominio del mundo virtual, de las pantallas y los datos, no le sirve para nada. Y eso es algo que le podría ocurrir a cualquiera, verse en una situación en la que has de volver a los orígenes y luchar por conseguir comida y cobijo y por tener seguridad física. La situación le obliga a redescubrirse a sí mismo. En este sentido sí que podría coincidir con las películas americanas, pero con las buenas, las que hacen referencia a los conflictos de gente de carne y hueso, gente que es capaz de superarse a sí misma.

¿Es obsesivo con sus personajes?

Soy obsesivo con la vida. Me tomo las cosas muy en serio, a riesgo de equivocarme, pero siempre será un error bien empleado. Soy hiperactivo, autoexigente y siempre estoy contento al 50%. Soy bastante pesado conmigo mismo, pero es mi forma de enfrentarme al trabajo y la única que me funciona.

¿Hay por ahí una libreta de notas que siempre le acompaña?

Son varias. Tengo una libreta de notas para cada película. Yo estudiaba en la universidad cuando empecé a meterme seriamente en esto y no hice más que trasladar el clásico método universitario de tomar apuntes a este oficio. Me gusta que pasen meses antes de empezar a rodar, así me voy documentando y escribo en esas libretas todo lo que se me pasa por la cabeza sobre el personaje. La mayoría de las veces las notas no van a ningún lado, pero los personajes suelen ser muy amplios y debes ir cerrándolos. Les escribo diálogos interiores, me pongo tareas específicas.

¿Qué pasa después de estrenada una película?

Hay dos procesos. Uno es la inercia del propio rodaje, que te deja resaca, y dependiendo del personaje, algunas veces te obliga a hacer un esfuerzo extra para dejarlo de lado, para abandonarlo. Y otro es el proceso del estreno, que ocurre 10 o 12 meses después del rodaje, y es muy distinto, muy difícil. Cuando ruedas tienes la película en la cabeza, estás allí, estás tú, están tus gestos y todo lo que tienes que hacer para darle vida a ese personaje, pero cuando te vacías y finalmente la ves acabada, notas de pronto que hay planos en los que hiciste algo que creías importante y no se aprecia o al menos no se ve claramente, y entonces queda aceptar esa renuncia, asumir que eres la parte de un todo, entender que esas cosas pasan por el bien de la película.

¿Qué le lleva a aceptar o rechazar un proyecto?

Hay variables. Lo principal para mí es el guion, que en una primera lectura encuentre algo que merece ser contado, que me proponga un reto. Hay buenas historias que me llevan a una investigación que ya he hecho, a pasar por donde ya he pasado, y eso me retrae un poco. Otras cosas que pueden ser determinantes son el director, el reparto o, para qué engañarnos, la pasta.

Daniel Sánchez Arévalo y usted parecen tener una química muy especial.

Las películas son apenas un porcentaje de lo que compartimos, lo que pasa es que es lo que más se ve. Daniel ha sido un pilar de mi vida desde que me vine a Madrid y es lo que más me ancla a la ciudad. La amistad está por encima de todo, pero en lo profesional nos respetamos mucho. Tenemos esa lección emocional en la que respetamos la profesión del otro. Yo puedo trabajar con directores que a Dani le parecen mejores o peores y él sabe que no está obligado a escogerme a mí para un proyecto suyo, así tenga un personaje que encaje con mi edad y perfil. Él tiene la libertad de escoger al que crea mejor para su película. Es algo que tenemos muy claro.

¿Hay cierto romance entre usted y el mundo de la moda?

No es específicamente con la moda. Soy bastante esteta. A unos les da por el fútbol, a mi me dio por ahí, por interesarme por la decoración, los muebles, por esa vena hedonista que tanto se relaciona con la historia del arte. Eso incluye el mundo de la moda, que me parece atractivo en todas sus facetas, desde el comercial hasta el artístico. Es que también me gusta la fotografía. Me divierto mucho con este interés por las fotos, por las revistas, por la moda, es algo que viene de lejos.

Se declara seguidor de escritores como Michel Houellebecq o Haruki Murakami. ¿Le sirven estas lecturas para su trabajo, le suponen una inspiración?

Muchas veces me sirven, pero a veces me son útiles para lo contrario. Terminas una película y sigues pillado con un personaje, con un proceso, y entonces me leo seguidas dos o tres novelas que sean totalmente diferentes a lo que he acabo de hacer, que me cuenten otras historias y me ayuden a desconectar. También sucede que admiro el buen uso del lenguaje, me parece interesante. Yo estudié Humanidades, me gustan las letras, las palabras. Para mí ha sido maravilloso poder escuchar a José Luis Cuerda cuando trabajamos en Todo es silencio. Durante las ruedas de prensa anotaba en mi Blackberry muchas de las frases que decía, tiene un uso de la palabra muy ingenioso, aderezado siempre con humor. Es una maravilla.

dom