LOS OCTAVOS DE FINAL DE LA COPA

Menuda batalla

El Barça deja medio encarrilado el pase con los goles de Messi (2), Piqué y Neymar frente a un Espanyol que acabó con nueve en un derbi de excesiva tensión (4-1)

Neymar salta sobre Messi para felicitarle tras marcar de falta el segundo gol

Neymar salta sobre Messi para felicitarle tras marcar de falta el segundo gol

DAVID TORRAS / BARCELONA

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El Barça aligeró la Copa y el último derbi de la trilogía en Cornellà, y que al Espanyol solo le queda afrontar como una cuestión de honor, herido como quedó de la batalla del Camp Nou (4-1). Más caliente que el primero, que parecía difícil, el segundo episodio dejó al Barça en su sitio, mucho más por encima en el marcador que en el juego, y acabó condenando al Espanyol después de haberse mantenido en pie, en una dolorosa agonía que le dejó con nueve cuando el duelo ya se había convertido en un sinfín de piques y más piques, que siguieron en el túnel y es fácil que no acaben ahí. Pau López salió malparado, encarado con Neymar, Messi Suárez a la vez, y al mismo tiempo libró a los suyos de marcharse con un saco de goles.

El derbi volvió a hacer honor a su nombre, desmejorado como estaba en los últimos tiempos, con el Barça mirando siempre hacia arriba y el Espanyol hacia abajo, y entre unos y otros un abismo que se tragó la historia que siempre había acompañado a estas citas. Y, de repente, el derbi se ha rebelado contra esa agonía y ha decidido reivindicarse. En la Liga y en la Copa. En Cornellá y en el Camp Nou, con las dos gradas más revueltas que nunca, volcadas con los suyos, enfurecidas con el vecino.

BRONCA SIN CONTROL

Dos derbis con la sangre hirviendo en el campo, y al que le espera un tercer capítulo que tiene pinta de seguir el mismo camino o peor, metidos como están todos en algo que ya ha ido mucho más allá de un partido. La clasificación está sentenciada, pero hay cosas que siguen en juego y que el miércoles pueden encenderse.

Más que el fútbol se impuso la bronca, y un desgobierno provocado por las chispas que saltaron. Al Barça se le vio herido en su orgullo y el Espanyol no hizo el menor gesto de rendición. Ni hablar. Ni un paso atrás. Pero cuando más apeló a la testosterona, lejos del orden y la firmeza del primer tramo del partido, peor lo fue. Al Barça tampoco le ayudó, perdido más en esa lucha contra todo, que despejado para poner pausa y fútbol, y seguir el ejemplo de Iniesta, inmenso de principio a fin y sin necesidad de chulear a nadie para bailar a cualquiera.

MÁS INTENSIDAD

Salió el Barça más intenso, lejos del punto de frialdad del derbi, con un aire enrabietado y concienciado de que a este Espanyol no se le gana al paso. El primer gesto de seriedad lo ofreció Luis Enrique ante la pizarra. Ni el más pequeño experimento salvo la concesión de poner punto final a la ansiedad de Arda tras la larga espera, y el cambio tradicional de portero. El resto, los de siempre, y a por ellos.

Enfrente, ni un paso atrás. En cuatro días, Galca le ha dado la vuelta al equipo, de pies a la cabeza, mejor puesto en el campo y mentalizado, sintiéndose capaz de todo por más Barça que sea. En la Liga le alcanzó con la agresividad, favorecido por la apatía azulgrana y la permisividad arbitral con más leña de la cuenta. En la Copa, no le dio para tanto, aunque compitió con la cabeza alta hasta que entre todos se descabezaron.

Quién podía imaginar el principio y el final. Un 0-1 antes del minuto 10, en una contra de Asensio tras un pérdida de Alves rematada por Caicedo. El impacto duró poco, a la que se conectó la pareja mágica. Iniesta y Messi, el asistente y el cazador. Ahí la tienes, le dijo, y dentro. Pero el Espanyol aguantó firme, sin resquebrajarse, con el reloj corriendo y el Barça sin estar cómodo. Para no perder la costumbre, el árbitro se tragó un penalti a Neymar, víctima de esa sensación de que todo es teatro. Y no. Hasta que apareció Messi. Desde no se sabe dónde, Ahí, en una esquina, y otra vez al poste, como una fijación, pero el balón al fin le dio lo que merecía y se coló. Golazo. Enorme.

EN PIE DE GUERRA

Iniesta siguió haciendo de las suyas, croqueta tras croqueta, y el Camp Nou se alzó en pie de guerra, entre gritos de «a Segunda» y «olés», metido en la piel de un derbi de verdad, como lo está siempre Cornellà. Piqué embocó un centro maravilloso de Messi, y todo empezó a ir por otra camino, mucho más tenso y menos agradable. Se dieron las patadas que no se habían dado, se buscaron las cosquillas y algo más, se pusieron de vuelta y media, se acordaron de las familias, y entre tanta reyerta, Hernán Pérez Diop acabaron en la calle. Y se acabó el partido y empezó un acoso sin fin que el Barça pudo liquidar con un montón de goles. Pero se enredó en las cuestiones personales y solo en el último suspiro, Neymar escribió la sentencia.

El Barça no tiene que temer por la Copa. Pero el último derbi ha dejado de ser una cuestión futbolística. Y es un peligro.

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