LA JORNADA DE LIGA

Messi saca las castañas del fuego al Barça en Mallorca (2-4)

Los azulgranas se complicaron la vida tras un 0-3 en la primera parte, pero luego la estrella resolvió el partido

MARCOS LÓPEZ / Palma

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El Barça de Tito Vilanova te gana. O te aplasta. O incluso te asusta. O, a veces, las tres cosas a la vez. Cuando este domingo el Mallorca creía haber desactivado al líder resistiendo media hora ante una hermosa expresión del plan A, o sea el balón para atacar y el balón para defender, topó con un extraordinario lanzamiento de falta de Xavi que convirtió al meta Aouate en una estatua de sal. Ni se movió.

A partir de aquí, el Barça liquidó al rival con la frialdad de un profesional, aunque con el suspense dramático que le caracteriza. En los minutos finales de la primera parte, enterró con el gol de Messi, perdón de Aouate, que quiso contribir al festejo de Thiago, el hijo de la estrella, y la envenenada rosca de Tello. Pero, como ya es habitual, se complicó la vida en el inicio de la segunda mitad. Hasta que Messi acalló el estadio.

En otra lección de fidelidad a una manera de jugar, Tito empleó, otra vez, el 4-3-3 que se ha convertido en su manual de cabecera. Cambian los hombres, pero no la idea. Eso, como han dicho todos, es innegociable. Se caiga en Glasgow o en el Camp Nou ante el Chelsea perdiendo un billete para la final de la Champions.

Cesc, siempre titular

Quien no cambia es Cesc, el único centrocampista que ha sido titular en los 11 partidos de Liga. Hay en esa decisión de Tito mucho más que un componente estrictamente. Es casi una cuestión de fe, empeñado en recuperarlo.

No hay, eso es cierto, término medio en el Barça de Tito. Volcánico, temperamental, incapaz de tener una noche tranquila, ni siquiera con el 0-3. Salió del vestuario tras el descanso al ralentí y en un santiamén encajó dos goles, en los que Alves y sus despistes quedaron, de nuevo, retratados. Se tomó demasiado tiempo de relax. Pereira y el penalti de Víctor, por unas manos de Busquets, revivieron el espíritu de Riazor.

Hasta que Messi quiso. Con ese imponente zurdazo, tras la acrobática cesión de Alexis, el Barça dio por cerrado un partido que le deja muchas lecturas. Cuando tiene el balón, domina y gobierna con autoridad. Cuando pierde el control de la pelota, se transforma en un equipo vulnerable, capaz de encajar 14 goles en las 11 primeras jornadas de Liga, incapaz de sellar un choque con la portería a cero. Tan solo en tres encuentros (Valencia, Granada y Rayo Vallecano), Valdés no ha tenido que doblar la rodilla para recoger la pelota del fondo de la red.

Iniesta y Pedro, ni un minuto

Algún día, el Barça se llevará un susto de verdad. Pero, mientras tanto, va completando un espectacular arranque con algunas disfunciones que Tito no ha podido corregir todavía. Con Messi, la vida es mucho más fácil. Y eso que la llegada de Piqué al eje de la defensa dio mucha más solidez al equipo, sobre todo en la primera parte. Donde no llegó Piqué, aparecieron las manos de Valdés para repeler un endiablado cabezazo de Hemed.

Después, el artista Xavi trazó una hermosa parábola por encima de la barrera para dibujar un gol de museo. Curioso. Si Cesc es titular siempre en la Liga, Iniesta y Pedro se quedaron sentados los 90 minutos. Ni calentaron, otro detalle de la profundidad del lujoso banquillo que tiene Tito.

El partido, que tenía en su mano el Barcelona, se le enredó de tal manera que obligó a Messi a conectarse al balón, mientras Tito iba introduciendo cambios (Alexis por Villa, Bartra por Mascherano y, finalmente, Montoya por Jordi Alba), terminando con nueve jugadores de la cantera. Pudo acabar con 11, pero no está, de momento, Tito para estos asuntos. 

En esta ocasión, sin embargo, Messi primero con un zurdazo que casi rompe la red de Aouate, y el control, a través de la pelota, silenciaron efímera ilusión del Mallorca. Si era una lección del plan A, que lo fue (en lo bueno y en lo malo), el Barça tiró más que de costumbre desde fuera del área, abrió el campo con Tello, un extremo de los que ya no quedan, y demostró que sabe divertirse. En los 20 minutos finales de la primera parte logró tres goles.

Y demostró, además, que también sabe inmolarse y como prueba esos 10 desastrosos minutos iniciales de la segunda mitad cuando se le reclamaba que volviera al campo. Volvió con Messi. Y con él, el récord se prolonga.